La etapa del desarrollo de la adolescencia es el periodo psicosociológico de transición entre la infancia y la adultez y se caracteriza por la paulatina adquisición de independencia y autonomía de los adolescentes para convertirse en adultos. Por tanto, el distanciamiento de los padres a favor de las relaciones sociales y afectivas entre iguales va ganado terreno.
Un aspecto fundamental del adolescente es que prácticamente todo gira en torno a su vida social y a una búsqueda constante de la “felicidad inmediata”: encuentros con los amigos en un salón recreativo, reuniones en un parque para hablar, compartir gustos y desahogarse con sus iguales, salir el fin de semana, participar en actividades extraescolares lúdicodeportivas con compañeros, posibles relaciones de pareja…
La pandemia de covid-19 y las medidas adoptadas para su mitigación, mayormente encaminadas al aislamiento social, modificaron de golpe sus hábitos sociales aflorando las vulnerabilidades en función de los entornos y afectando a la salud mental de niños y adolescentes, así como a sus familias.
Soledad e irritabilidad de los adolescentes
Para apoyar esta afirmación vamos a resaltar los resultados de dos de las muchas investigaciones que ya se han publicado. Un estudio realizado en España e Italia muestra los síntomas comunicados por las figuras parentales durante el confinamiento: sentimientos de soledad (31,3%), nerviosismo (38%), inquietud (38,8%), irritabilidad (39%) y dificultad de concentración 76% de los jóvenes.
Otro estudio de UNICEF, de 2020, pone de manifiesto cómo 27% de adolescentes y jóvenes consultados tras el confinamiento sentía ansiedad, 15% depresión, 46% menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba y 73%, necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental, aunque 40% no lo haya pedido.
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