Por tan solo un día, Odalys Fundicheli y su nieta Lía se han quedado atrapadas en un limbo del que casi nadie sabe cómo salir. Fundicheli, de 62 años, viene de Cuba y tenía la cita para cruzar la frontera a Estados Unidos por Tijuana (México) este martes.
Por El País
Al otro lado le esperaba su familia. Pero el CBP One, aplicación que abrió el Gobierno estadunidense para gestionar de forma regulada las entradas, ha dejado de existir con la toma de posesión de Donald Trump. Un día antes de su turno, todo se ha venido abajo y todas las citas han sido canceladas. “Sentimos mucha frustración e impotencia“, dice la mujer, mientras su nieta, de 14 años, llora al lado.
“Íbamos a juntarnos con mi hija, que vive en Dallas, pero dicen que la aplicación está cancelada. No sé qué va a ser de nosotras, es la primera vez que salíamos de Cuba”, reconoce Fundicheli. Como ellas, miles de personas se han quedado desamparadas, desde este lunes, en la frontera entre México y Estados Unidos.
Trump todavía hablaba en su discurso inaugural cuando, al otro lado del muro, el futuro de miles de migrantes se evaporaba. El presidente cumplió sus amenazas de eliminar el CBP One y los sistemas para pedir asilo antes incluso de terminar la presentación de su nuevo Gobierno. Miles de personas han visto así terminar su sueño americano antes de empezar. Todas ellas quedan ahora en una situación de indefensión en territorio mexicano, donde algunas tienen permiso para transitar en el país durante 20 días y muchas otras ni siquiera eso.
Solo unas horas han marcado la diferencia. La madrugada del lunes todavía cruzaron a Estados Unidos los últimos grupos de migrantes bajo la Administración Biden. José Louiza iba en el siguiente turno, el de las 13.00, con su esposa y su hijo, de 13 años. Llevaban impresa la confirmación de su cita, y cada uno, una mochila de tela. Esperaron pacientes y callados en el frío a bajo cero de Ciudad Juárez mientras pasaban las horas. Un poco antes de las 11.00 llegó el aviso: “Las citas existentes programadas de CBP One ya no son válidas”. Tras leerlo, su esposa se tiró desesperada al suelo, en un gesto que recoge la impotencia detrás de nueve meses de viaje, el esfuerzo de cruzar una selva y seis países para quedarse a tan solo a un paso. “No es humano”, resume Louiza, que era pescador en Venezuela.
La caída de este sistema ha sido un puñetazo al ánimo migrante. En México, miles de personas entraban cada día en la aplicación esperando ser las elegidas para una entrevista en uno de los ocho puntos fronterizos. Con esa esperanza aguantaban la extorsión y los secuestros, los trabajos precarios mal pagados, el hambre, el frío y el miedo. Con esa esperanza también evitaban los cruces irregulares y pagar a coyotes (traficantes que introducen ilegalmente a personas en Estados Unidos) para que les ayudaran a pasar sin papeles. “El que va a salir ganando de todo esto va a ser el crimen, eso sin lugar a dudas”, resume Juan Fierro, pastor del albergue El Buen Samaritano, de Ciudad Juárez.
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