Los satélites ya pueden rastrear la basura oceánica desde el espacio, lo que podría suponer un “cambio radical” en el seguimiento del acuciante problema de los desechos marinos, según sugiere un nuevo estudio.
El estudio, publicado en Nature Communications, sugiere que incluso los satélites que no han sido especialmente diseñados para detectar basura flotante pueden ser útiles en la batalla contra la creciente marea de contaminación oceánica.
Las investigaciones sugieren que ya se han acumulado 30 millones de toneladas métricas de plásticos contaminantes en los océanos del mundo. Pero el seguimiento de la basura que flota en la superficie del mar ha sido históricamente difícil para los científicos porque la basura cubre una fracción relativamente pequeña de la superficie de la Tierra, lo que hace casi imposible su seguimiento preciso desde el espacio.
En un intento de encontrar otra forma de rastrear la basura oceánica, un grupo internacional de investigadores analizó 300.000 imágenes del mar Mediterráneo recogidas por la misión Copernicus Sentinel-2, un satélite patrocinado por la Agencia Espacial Europea que toma imágenes multiespectrales de la superficie terrestre desde la órbita.
Buscaban hileras de hojarasca, agrupaciones largas y efímeras de basura flotante que, según sospechaban los investigadores, podían ser un buen indicador de la densidad de hojarasca en una zona oceánica determinada.
Entre julio de 2015 y septiembre de 2021, los satélites captaron imágenes de 14.374 hileras de basura que cubrían unas 93,24 kilómetros cuadrados de superficie marina. Las más largas alcanzaban hasta 23 kilómetros.
Los investigadores utilizaron las imágenes para calcular la densidad de la hojarasca en las zonas de hileras, identificando puntos calientes cerca de Argelia, Libia, el suroeste de Italia y el norte del mar Adriático. Las zonas con mayor densidad de población presentaban densidades de hojarasca más elevadas.
El análisis sugiere que “gran parte de la basura permanece cerca de su origen terrestre”, escriben los investigadores, aunque las corrientes oceánicas y los vientos afectan a la basura, y las inundaciones y tormentas de lluvia en particular empujaron la basura hacia el mar. Estos “pulsos” de basura provocaron que las densidades alcanzaran su máximo en primavera y otoño y disminuyeran durante el invierno.
Aunque los satélites no estaban diseñados para rastrear la basura, ayudaron a identificar la ubicación y magnitud de los residuos, al tiempo que “abrieron nuevas perspectivas” para el seguimiento de la basura y consideraron las posibles funciones de las hileras de basura como hábitats para la vida marina, escriben los investigadores.
Los investigadores proponen que las futuras misiones por satélite incluyan dispositivos específicos de seguimiento de la basura. Una mayor precisión en el rastreo de plásticos también podría mejorar la navegación de los barcos, las operaciones de búsqueda y rescate o la búsqueda de cargas perdidas, escriben.
(c) 2024, The Washington Post
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