La primera víctima por coronavirus en Brasil fue una mujer de 57 años en Sao Paulo. Murió el 12 de marzo. Cinco meses después, el país ya ha superado la barrera de los 100.000 muertos y el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro sigue relativizando la tragedia y abogando por la «vuelta al trabajo», en medio de una caótica flexibilización de las cuarentenas en los estados y municipios.
103.026 personas perdieron la vida hasta este miércoles, y hay más de tres millones de infectados. Miles de brasileños sufren el dolor y el luto por la pérdida de sus seres queridos ante una tragedia que, en opinión de los expertos, podría haberse atenuado.
«Hubo una serie de factores, pero el factor presidente ha sido preponderante. Dio argumentos a las personas para que no se quedaran en casa. Él dio ese ejemplo y sirvió de pasaporte para que la gente comprara políticamente esa idea», comentó recientemente en una entrevista el exministro de Salud Luiz Henrique Mandetta.
Desoyendo las recomendaciones de los especialistas y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Bolsonaro sigue diciendo que la política de aislamiento social aplicada por gobernadores y alcaldes es excesiva y está provocando severos daños a la primera economía latinoamericana que, según el Banco Central, podría cerrar 2020 con una caída por encima del 5,6 % del PIB.
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