Hace seis meses, la médica de emergencias venezolana Norelis Portal fue despedida de su trabajo en el servicio público de salud de Chile porque aún no había recibido luz verde en el estricto sistema de certificación del país.
Por Aislinn Laing / Reuters
Pero hoy integra el grupo de miles de trabajadores migrantes de la salud reclutados para enfrentar la pandemia de coronavirus.
Portal, de 52 años, visita con su equipo a los pacientes con COVID-19 en sus hogares y en unidades de aislamiento estatales en algunas de las zonas más pobladas, pobres y afectadas por la pandemia en Santiago para realizar pruebas y evaluar síntomas, en busca de aliviar la demanda en los hospitales casi saturados.
“En esta generación nuestra de los últimos 20 años en Venezuela nos fuimos preparando de alguna manera para afrontar las crisis y salir adelante”, dijo Portal a Reuters.
Portal llegó a Chile en 2017 con experiencia en emergencias y atención respiratoria. Su paso a la primera línea de la atención médica refleja una evolución en el proceso migratorio que el país sudamericano enfrentó en los últimos años, sobre todo desde la atribulada Venezuela.
El presidente Sebastián Piñera hizo de la migración un tema clave de su campaña electoral de 2017, comprometiéndose a endurecer las leyes y tomar medidas enérgicas contra extranjeros involucrados en crímenes. Hoy, su gobierno busca la ayuda de profesionales migrantes.
Chile está en momentos críticos del brote de coronavirus. Al viernes, había más de 284.000 contagios y 5.920 muertes confirmadas, según el Ministerio de Salud. De acuerdo a un conteo de Reuters, ocupa el puesto 7 en número de casos en el mundo y el escalón 16 entre las naciones con más muertes.
Los trabajadores de la salud están exhaustos, por lo que el país ha recurrido a médicos retirados, estudiantes de Medicina y talento importado. Actualmente hay unos 3.000 trabajadores de la salud pública contagiados, pero se han registrado otros 13.849, incluidos más de 600 médicos. En torno a la mitad de ellos son extranjeros, según cifras obtenidas por Reuters.
Muchos países tienen una gran fuerza laboral migrante de salud, pero en Chile el proceso de certificación es riguroso y costoso. Trabajadores de la salud extranjeros a menudo terminan como conductores de Uber, encargados de bombas de gasolina o camareros.
AGRADECIDO
Muchos trabajadores de salud migrantes son especialistas en áreas de las que el sector público de Chile ha carecido históricamente, dijo a Reuters el director del servicio civil del país.
Alejandro Weber señaló que los médicos de otros países aportaron “conocimiento, experiencia pero también con las ganas de poder aportar sus capacidades al Estado habla de una nueva sociedad y de un nuevo pacto social”.
Una ley de emergencia que había sido implementada por el gobierno tras el terremoto de 2010 permite reclutar a miles de trabajadores de la salud. Juan Carlos Riera, presidente de la Asociación Chilena de Médicos Extranjeros, dijo que la medida era un alivio para muchos profesionales que ahora podrían utilizar habilidades perfeccionadas durante años.
“Muchos médicos lo que me dicen es que prefieren exponerse a trabajar con el virus que seguir no teniendo ingresos o con un ingreso mínimo que casi no da para vivir, y poder volver a la medicina”, señaló.
El traumatólogo Jesús Valera Macho, de 36 años y que trabajaba limpiando antes de unirse al equipo de Portal en marzo, dijo que “no somos chilenos, pero este país nos ha acogido, nos dio la oportunidad de restablecer nuestras vidas. Hay que agradecer”.
La campaña dirigida por el servicio civil “Yo sirvo a mi país en emergencia” atrajo a 13.000 solicitantes, incluidos un millar de médicos extranjeros, muchos de ellos experimentados especialistas.
Agrupaciones gremiales han advertido contra la dependencia de recursos no controlados. El doctor Patricio Meza, dirigente del Colegio Médico, dijo que aquellos sin certificación completa no deberían trabajar sin supervisión. “Lo más importante es salvaguardar la seguridad de los pacientes”, afirmó.
Sin embargo, la ayuda se necesita rápido. Carlos Romero, jefe de cuidados intensivos en el hospital de la Universidad de Chile, dijo a Reuters que a veces tenía que pensar si tenía tiempo para dormir o comer. “Somos seis jefes técnicos de la unidad que estamos a cargo de cerca de 100 camas críticas hoy en día”.