Ángela viajó a Trinidad y Tobago en marzo de 2020. La que dijo ser su amiga la convenció de llevar una vida diferente en la vecina isla. Ella tiene 27 años y huyó de allí por temor a ser asesinada. Ahora está en un país lejos de todo, aunque dice, “cerquita de Tucupita por ustedes los de Radio Fe y Alegría Noticias“. Su familia vive en Puerto Ordaz y Caracas. Su mamá, ya fallecida, era deltana.
Tras arreglarlo todo, embarcó clandestinamente en un puerto de Tucupita con destino a Trinidad y Tobago. Era de madrugada, hacía mucho frío. Jamás había sentido el sereno marino. Era una niebla espesa, pero que por fortuna significaba, según la tripulación del bote, que no habría olas en el camino.
A las 5 de la mañana del 7 de marzo fueron lanzados al mar a orillas de una playa. Tuvieron que nadar “un pedazo grande” para llegar a tierra. Allí fueron buscadas en camionetas por trinitarios desconocidos, aunque ellos mencionaron a quienes ellas sí conocían. Una notica que alivió a Ángela.
Llegó sin problema alguno hasta Princess Town. Una de las personas que la llevaba le ofreció dinero a unos oficiales de la policía, entonces supo que algo no andaba bien. Pero intentó calmarse.
El auto que la trasladó finalmente la dejó en casa de la amiga, una que conoció en Caracas. Ya iban a ser las 8 de mañana. Ella estaba cansada, aunque sin sueño, llegó llena de arena, estaba empapada.
Su amiga le había preparado arepa con huevos, “para que me sintiera como en casa” y tras contarle lo vivido, le hablaron de un trabajo en un bar. La pandemia del coronavirus estaba por clausurar todo.
Ángela relata que estuvo dispuesta a trabajar en el bar. Sabía que era “lo más rápido” en ese país, también admite que sabía que debía vestir “sexy” para los clientes. “Pero hasta allí”, le insistió a su amiga.
“No chica, tranquila, cómo crees, yo no ando en eso”, es la frase que Ángela recuerda claramente, porque sería lo que la decepcionaría más luego.
En mayo, con el comercio cerrado y Ángela apenas recién llegada a Trinidad y Tobago, su amiga le propuso trabajar a escondidas en otro bar, propuesta que ella no aceptó. Lo vio muy arriesgado.
Otro horizonte
A finales de marzo la invitaron a un compartir con unos amigos trinitarios; lo vio como una oportunidad para socializar y de pronto acceder a otro tipo de trabajo que no fuera el de exhibirse.
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