Las autoridades de Irak aplicaron mano dura contra los manifestantes antigubernamentales que por meses han ocupado plazas públicas claves de Bagdad, en un operativo que cobró la vida de cuatro personas el sábado en un país sacudido por la agitación política y la violencia.
Elementos de las fuerzas de seguridad prendieron fuego a las tiendas de campaña instaladas por los manifestantes y recuperaron los espacios públicos de Bagdad pocas horas después de que un influyente clérigo chií asestara un duro golpe al movimiento al retirar su apoyo, lo que ocasionó que sus seguidores empacaran sus pertenencias y abandonaran los campamentos.
Los policías dispararon latas de gas lacrimógeno y municiones reales para dispersar a los manifestantes en un operativo para despejar dos plazas en Bagdad, matando a una persona e hiriendo a otras 44, indicaron funcionarios médicos y de seguridad que hablaron a condición del anonimato en complimiento con las normas.
En respuesta, los manifestantes hicieron un llamado a la ciudadanía a que tomen las calles.
Tres manifestantes murieron baleados en Nasiriyah, ciudad del sur del país, después de un día de altercados entre manifestantes y fuerzas de seguridad en una carretera que conecta la provincia petrolera de Basra con el sur de Irak.
Los activistas señalaron que la presencia de los seguidores de Muqtada al-Sadr y su grupo de milicianos había protegido a los manifestantes de las fuerzas de seguridad y de grupos desconocidos que buscaban dañarlos y reprimirlos. Sin esa cobertura, muchos en el movimiento de cuatro meses temían lo peor.
La decisión el clérigo de retirar su apoyo se produjo poco después de que decenas de miles de sus seguidores organizaran una protesta contra Estados Unidos en un vecindario cercano de Bagdad y a la que la mayoría de los manifestantes antigubernamentales no acudió. Un vocero de Al-Sadr dijo que los manifestantes insultaron a quienes participaron en la marcha antiestadounidense e incluso impidieron el acceso a la protesta que se llevó a cabo en el sur de Irak.
La sucesión de eventos sucede durante un enfrentamiento político sobre el nombramiento del próximo primer ministro, y envió un mensaje claro a las élites: las calles de Irak son territorio de Al-Sadr.
“Él está reclamando el papel de líder populista con una base popular capaz de movilizar multitudes”, afirmó Fanar Haddad, un investigador senior del Instituto sobre Medio Oriente de la Universidad Nacional de Singapur.
En la Plaza Tahrir, el epicentro del movimiento de protestas contra el gobierno en Bagdad, los manifestantes se dijeron temerosos de lo que pueda ocurrir de ahora en adelante.
“Nos hemos quedado solos”, lamentó Mustafa, un joven de 24 años que no quiso dar su nombre completo por temor a represalias.
Las protestas surgieron para denunciar la corrupción del gobierno, las elevadas tasas de desempleo y la influencia de Irán en la política iraquí. Los operativos de las fuerzas de seguridad han dejado al menos 500 muertos desde el 1 de octubre.
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