La madrugada del 31 de enero pasado, Leidy Fernanda Jaramillo asiste a urgencias por un fuerte dolor abdominal. Al realizarse la prueba de orina que le envían los médicos, desde el baño, grita desesperada indicando que se está desgarrando por dentro. De inmediato observa que algo sale de ella, era un dolor que nunca había experimentado. Al mirarse, observa que la cabeza de quien sería su futuro hijo estaba saliendo de allí. Dio a luz, pero no sabía que estaba en embarazo.
A los 25 años, Leidy, vendedora de seguros funerarios, decide que es tiempo de irse a vivir con su novio, con quien ha compartido tres años de relación. Sus planes eran claros, empezar una carrera universitaria, comprar casa para no vivir más en arriendo, casarse con Andrés, su actual pareja, y tiempo más adelante, si se daba la posibilidad, tener hijos.
Desde su edad de desarrollo, que en su caso fue a los 18 años, Leydi nota que empieza a subir de peso y que por más dietas que hace, por más ejercicio que realiza y por más consejos que recibe, su abdomen crecía más y más. Ella pensaba que era por su cambio hormonal y por su desarrollo, que se dio a una edad más avanzada que el común de las jóvenes.
Pese a esto, decide continuar con su vida, sus estudios en el colegio, y vivir su juventud como cualquier mujer normal; pero su sobrepeso era algo que a ella siempre la había acomplejado. En ese entonces no tenía la oportunidad de asistir a un médico, pues los recursos de su familia eran muy bajos.
“La batalla contra el aumento de peso es una lucha recurrente sobre todo en las mujeres tras el aumento de sus niveles hormonales”, dice la doctora María Teresa Sandio, endocrinóloga de la clínica universitaria Colombia. Afirma que el incremento de los niveles hormonales como los estrógenos, la progesterona y los andrógenos en las mujeres tienden a aumentar su nivel de masa muscular, y algunas desarrollan ese aumento centrado en su abdomen, como fue el caso de Leydi.
En el 2019, con un trabajo establecido, su EPS activa y viviendo con Andrés Sánchez, su pareja, Leidy decide que empezará su carrera universitaria en administración de empresas y que durante esos cuatro años esa sería su única prioridad, por ello decide empezar a planificar con una inyección anticonceptiva que su EPS le suministraba, fue entonces cuando empezó a experimentar dolores de cabeza, cambios en su menstruación, mayor hinchazón abdominal, dolor en sus mamas y repentinos mareos. Al asistir a su médico general, este le indicó que tras la inyección, al estar cargada de hormonas, todos esos cambios que iba a experimentar su cuerpo eran totalmente normales.
“Yo lo único que pensaba era que todo iba a cambiar, y que mi cuerpo iba a volver a ser el mismo de antes, incluso una amiga me dijo que si empezaba a planificar con esta inyección iba a bajar rápidamente de peso, pero no fue así, yo seguía con el mismo peso de siempre y los dolores de cabeza no paraban, incluso Andrés me decía que estaba bastante irritable”.
En marzo del 2020 llega a Colombia el primer caso de la pandemia del covid-19, en ese mes todo fue un caos para muchos colombianos, entre ellos para Leydi y para Andrés, quienes perdieron sus trabajos y empezaron a sentir mayor frustración pues vivían en arriendo. A Leidy le cambiaron la marca de la inyección para planificar, pues por la pandemia la que usaba estaba escasa.
“Desde que me cambiaron la inyección yo sentía que todo seguía igual, incluso los mareos eran mayores y por ejemplo un mes mi menstruación era escasa y al otro era normal, mi peso seguía siendo el mismo, pero de un momento a otro me desmayaba sin motivo alguno”.
Asegura el doctor Alejandro Bautista, ginecobstetra de la Subred Centro Oriente Materno Infantil, “que entre el 3 por ciento y el 1 por ciento de las mujeres embarazadas presentan lo que llamamos los ginecólogos como pseudomenstruación, quiere decir que siguen teniendo un ciclo de sangrados pequeños mes a mes, pero no es una menstruación común y corriente sino un manchado descamativo de la matriz, entonces las mujeres a veces sienten que les bajó poquito, entonces se aplican la otra inyección y vuelven y repiten el otro mes la misma historia, y eso se ha registrado en los embarazos de muchas mujeres”.
Después de experimentar esos desmayos, Andrés le sugiere que se haga chequeos médicos, pues esto no es normal y menos en una mujer tan joven como ella. Algunas de las citas médicas fueron presenciales, pero las otras fueron virtuales. Cuenta Andrés, que cada vez que le mandaban a hacer exámenes médicos, la situación sanitaria en el país se complicaba más. “Había cancelaciones por bioseguridad, y simplemente los doctores le decían que solo podían asistirla virtualmente, pero eso a mí ya me tenía preocupado, pues Leydi se veía muy pálida, hasta bajó de peso de un momento a otro”.
“Siempre los médicos tenemos el eslogan de que si las mujeres están entre los 14 y los 45 años, lo primero que debemos hacer es la prueba de embarazo, con cualquier síntoma que la persona tenga y mucho más si es la barriga la que se le extiende. De hecho, en las historias electrónicas modernas el sistema nos pregunta a nosotros los médicos que si estamos seguros de que no está embarazada la paciente”, dice la médico general Estefanía Moscote.
Por otra parte, la psicóloga Celia Villamizar, funcionaria de la Línea Púrpura Distrital, explicó que a veces la aproximación al embarazo tiene un contexto muy importante de parte de la mujer, muchas de ellas han estado detrás del embarazo, lo buscan y encuentran ayuda, “pero cuando el embarazo ocurre dentro del contexto de una falla de planificación familiar, pues probablemente la persona no siente que está embarazada, por ese motivo en todas las consultas de planificación familiar se les informa a las usuarias que ningún método trasciende más allá del 97 por ciento de efectividad”.
Psicológicamente, dicen expertos, todos los síntomas que Leidy sentía los asociaba a la inyección y nunca pensó en un embarazo, pues no tenía en mente quedar embarazada, y para ello planificaba.
Leidy continuó con su vida común y corriente, con los síntomas aparentemente asociados a su inyección de planificación, pero cada vez con más cansancio y estrés, a lo que también asoció con el hecho de no tener un empleo sólido, las deudas constantes y la situación que estaba viviendo el país.
Cuenta Leidy que decidió abstenerse de asistir presencialmente a citas médicas, pues tenía miedo de contagiarse del virus, lo que la obligó a asistir a citas por telemedicina, en donde los médicos le enviaban dietas, consejos para hacer deporte, tomar el sol frecuentemente, porque estaba demasiado pálida y con los labios muy morados.
Para los doctores no era tan inusual que Leidy presentara estos síntomas, pues hasta que no salieran los exámenes nada iba a ser normal, y como le decían expertos en salud, “las mujeres, si sienten un poco de náuseas, le echan la culpa a la inyección; si sienten dolor en sus senos, le echan la culpa a la inyección y hasta sus cambios de ánimo son acreditados a la inyección”.
Para el 31 de enero los dolores en su cuerpo estaban empeorando, pero Leidy pensó que el dolor de estómago y de espalda era porque el día anterior había estado alzando muchas cajas pesadas y sacando las bolsas de la basura. En la madrugada del otro día, Leidy no podía dormir, por lo que decide ir al baño. Cree sufrir de estreñimiento, por lo que decide irse a acostar. Sin poder dormir, Andrés le dice que un dolor en el estómago se tiene que tratar, pero ella insiste en que si va al médico pueden dejarla internada con los pacientes de coronavirus.
Sin embargo, al experimentar fuertes corrientazos que le pasaban hacía la espalda con un dolor inmenso, acepta ir a urgencias. Ya en la clínica, el médico general que la revisa decide hacerle pruebas de sangre y de orina para descartar un posible embarazo.
Sin esperar que algo sorprendente estaba por suceder, Leidy se dirige hacia el baño del hospital para realizarse la prueba de orina. Cierra la puerta con seguro y se dispone a tomar la muestra, su dolor se ha intensificado aún más. Al pujar siente que algo dentro de ella se está desgarrando y nota algo salir de su entrepierna, es la cabeza de un bebé. De inmediato grita con todas sus fuerzas y se logra parar del inodoro para abrir la puerta, el doctor del turno la levanta y la pone en la camilla.
Cuenta Leidy que recuerda que en el momento en que el doctor la sube a la camilla su bebé salió expulsado, que no tuvo que pujar y que entre su estado de shock y de desconcierto, no sabía qué hacer. “Lo que ella empezó a sentir fue lo que llamamos ‘La aceptación psicológica del embarazo’, pues para Leydi, al verse en vivo y en directo con su hijo, lo que le generó fue una confrontación emocional”, dijo la psicóloga Clelia.
Y esta confrontación emocional también la sufrió Andrés. “Yo estaba muy preocupado, yo no sabía lo que estaba pasando, nadie me decía nada, fue cuando la enfermera me llamó y me dijo que fuera a donde Leydi, yo entré casi que corriendo, y fue cuando la vi ahí con eso en las manos, pero resultó que eso era un bebé, yo no lo podía creer, es que no le teníamos nada, ni ropa, ni pañales, nada”.
Leydi ese día estuvo impresionada tras esta insólita noticia, solo pensaba que no tenían nada, que nunca tomó los medicamentos necesarios para la formación de su bebé, cuando pensaba en eso, un médico le habló. “Me dijo que los medicamentos más importantes en el embarazo son la comida y que seguramente si me había alimentado de la manera adecuada mi hijo, como ocurrió, nació en perfectas condiciones, incluso no le afectó la inyección de planificar”, recordó.
A las 4:30 a. m. nació Nicolás, un niño de 38 semanas, pesando 2.500 gramos y midiendo 49 centímetros. Aunque con bajo peso, en perfectas condiciones de salud. Todos sus órganos en perfecto estado y como no tenía ni una muda de ropa, las enfermeras lograron conseguir algunas prendas y una paca de pañales. Más tarde, los dueños del apartamento donde vivía la pareja le obsequiaron ropa, pañales, elementos de aseo y consejos.
“¡No sabía que estaba embarazada! Fue un niño que nació, como dicen coloquialmente, con el pan bajo el brazo”, concluye.
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