El coordinador de Naciones Unidas para la ayuda de emergencia de Naciones Unidas, Martin Griffiths, condenó este domingo la masacre de al menos 35 civiles y la desaparición de dos trabajadores humanitarios de la ONG Save The Children ocurridas el pasado día 24 en la población birmana de Moso, en el estado de Kayah, en el este del país.
EFE
«Informes creíbles aseguran que al menos 35 personas, incluido al menos un niño, fueron obligadas a abandonar sus vehículos, asesinadas y quemadas», aseguró Griffiths en un comunicado en el que se mostró «horrorizado» por lo ocurrido.
Save The Children informó hoy de que sus dos trabajadores continúan desaparecidos y subrayó que, «según los informes, los militares obligaron a las personas a salir de sus automóviles, arrestaron a algunas, mataron a otras y quemaron sus cuerpos».
«Condeno este grave incidente y todos los ataques contra civiles en todo el país», dijo el vicesecreatrio para asuntos humanitarios de la ONU, quien instó a las autoridades a que «inicien de inmediato una investigación exhaustiva y transparente sobre el incidente para que los perpetradores puedan comparecer rápidamente ante la justicia».
Asimismo, pidió a las Fuerzas Armadas birmanas y a todos los grupos armados del país «que adopten todas las medidas para proteger a los civiles de cualquier daño».
Según la prensa oficialista birmana, los militares abatieron a un número indeterminado de «terroristas armados» que viajaban en siete vehículos y que no tenían intención de parar ante el requerimiento de los oficiales.
El estado Kayah es uno de los escenarios donde las guerrillas étnicas armadas plantan cara al Ejército, que se ha ensañado desde la toma de poder del 1 de febrero contra esta y otras zonas controladas por los rebeldes que se oponen al Gobierno golpista.
Por su parte, la guerrilla Fuerza Nacional para la Defensa Karenni (KNDF, en inglés), que actúa en la región, subrayó que las víctimas son civiles y que no forman parte de sus filas, recoge el portal de noticias Myanmar Now.
Birmania ha entrado en una espiral de crisis y violencia desde que los militares liderados por Min Aung Hlaing tomaron el poder en un golpe de Estado el pasado 1 de febrero.
Además de protestas pacíficas y un movimiento de desobediencia civil, se han formado milicias civiles que han tomado las armas junto a las guerrillas étnicas que llevan en conflicto con el Ejército birmano desde hace décadas.
Tras casi 11 meses después de la asonada, la junta militar sigue sin tener el control completo del país a pesar de la brutal violencia utilizada contra la disidencia y que ha causado hasta la fecha al menos 1.375 muertos, según una organización de activistas birmanos.
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