El papa instó este viernes 22 de noviembre, a las religiones a cooperar «ante la globalización económico-financiera y sus graves consecuencias en el desarrollo de las sociedades locales», en el discurso en la prestigiosa universidad de Chulalongkorn ante los representantes de las confesiones con presencia en Tailandia.
EFE
En el segundo día de visita a Tailandia, el pontífice acudió a esta universidad para encontrar a los líderes de las diversas religiones que se practican en Tailandia: budismo, islamismo, brahmin-hinduismo y sijismo y que hoy se sentaron junto a él en el salón de actos de la universidad ante cerca de 1.500 personas entre religiosos y académicos.
En este país donde más del 90% es budista, los católicos son el 0,58% de la población, cerca de 388.000 fieles y hay cerca de un 4% de musulmanes.
En esta ocasión, y como lo hace cuando se encuentra a representantes de otras confesiones, el papa pidió colaboración para combatir esos males como los «conflictos civiles: migratorios, refugiados, hambrunas y bélicos; y también la degradación y destrucción de nuestra casa común».
Explicó que en 1897, el rey Chulalongkorn, de quien toma el nombre esta primera universidad, visitó Roma y tuvo una audiencia con el Papa León XIII que fue «la primera vez que un Jefe de Estado no cristiano fue recibido en el Vaticano».
Durante el reinado de Chulalongkorn se produjo, recordó el papa, la abolición de la esclavitud y esto anima «al camino del diálogo y del entendimiento mutuo» a «poner fin a tantas esclavitudes que persisten en nuestros días, pienso especialmente en el flagelo del tráfico y de la trata de personas».
«Todas estas situaciones nos alertan y recuerdan que ninguna región ni sector de nuestra familia humana puede pensarse o construirse ajena o inmune a las demás», añadió.
Y, agregó, «son todas situaciones que, a su vez, nos exigen aventurarnos a tejer nuevas formas de construir la historia presente sin necesidad de denigrar o denostar a nadie».
Afirmó que «las religiones, así como las universidades, sin necesidad de renunciar a las propias notas esenciales y dones particulares, tenemos mucho para aportar y ofrecer».
«Todo lo que hagamos en este sentido es un paso significativo para garantizar a las generaciones más jóvenes su derecho al futuro, y será también un servicio a la justicia y a la paz».
Tras haber escuchado también a un coro juvenil, denunció que existe «una tendencia a homogeneizar a los jóvenes, a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie».
«Así se produce una destrucción cultural, que es tan grave como la desaparición de especies», denunció.
Para concluir, recordó, que «todos somos miembros de la familia humana y cada uno, desde el lugar que ocupa, está invitado a ser actor y gestor directo en la construcción de una cultura basada en valores compartidos, que conduzcan a la unidad, al respeto mutuo y a la convivencia armoniosa».
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