Las declaraciones del obispo de Magallanes, Bernardo Bastres, en las que pidió saltarse la ley para poder celebrar misa en cuarentena desataron este lunes una gran polémica en Chile, que vive un agravamiento de la pandemia y ha tenido que confinar grandes ciudades y la periferia de la capital.
«Cuando una ley es injusta y cuando una ley está contra la conciencia, uno puede desobedecer la ley», dijo el obispo durante la homilía del domingo en la localidad sureña de Punta Arenas, más de 3.000 kilómetros al sur de Santiago.
Sus palabras corrieron como la pólvora por las redes sociales y se dieron horas después de que la Conferencia Episcopal de Chile denunciara en un comunicado que es «incomprensible» que no se permitan reuniones espirituales y sí «otras actividades que contemplan mayores conglomerados y flujos».
«La libertad de culto y de práctica de la fe religiosa es un factor social esencial de una democracia moderna y para la consecución del bien común», agregó la cúpula religiosa.
Tras las presiones de la Iglesia, el Gobierno rectificó el domingo y autorizó la celebración de cultos religiosos con un tope de 20 personas en lugares abiertos y un máximo de 10 en espacios cerrados en aquellas ciudades que estén en la segunda fase del plan de apertura.
En esa etapa, en la que se encuentra la capital, donde viven 7 de los 19 millones de habitantes de Chile, hay libertad de movimiento entre semana y cuarentena total los fines de semana.
No está permitida, sin embargo, la apertura de gimnasios, teatros o cines, pero sí de grandes centros comerciales, otra medida que ha despertado críticas entre distintos gremios.
«Creo que no es bueno que un obispo llame a no cumplir con las normas sanitarias, más aún cuando estábamos conversando con la Conferencia Episcopal el cambio de esta resolución, yo lo lamento», indicó en rueda de prensa este lunes el ministro chileno de Salud, Enrique Paris.
Chile, que ya totaliza 896.231 infectados y 21.772 muertos en un año, registró este lunes por quinto día consecutivo más de 5.000 nuevos contagios de covid-19, unas cifras similares a junio pasado, cuando la pandemia estaba en su peor momento y la red hospitalaria estaba al borde del colapso.
La gravedad de la segunda ola obligó a las autoridades a anunciar la semana pasada nuevas cuarentenas totales en grandes ciudades, como Concepción, Valparaíso y La Serena, así como el retroceso a Fase 2 de la Región Metropolitana, a la que pertenece Santiago.
Para frenar la pandemia también se adelantó una hora el toque de queda para todo marzo, que comenzará a las 22.00 horas, siendo aún más rígido para los restaurantes y el comercio detallista, que deben cerrar entre semana a las 20.00 horas.
Pese a los malos datos, Chile sigue avanzando en su exitoso proceso de vacunación y durante la próxima semana se espera que 5 millones de personas hayan recibido al menos de una dosis de la vacuna.
EFE
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