Con números de récord y los hospitales al borde del colapso, Portugal atraviesa el peor momento de la pandemia con sus ciudadanos sumidos en el hartazgo ante un confinamiento que les pide restringir su actividad mientras, en paralelo, transcurre una campaña electoral a la Presidencia.
EFE
«Estoy confinado dentro de lo posible, pero no me privo de nada», resume a Efe João Afonso. Este portugués, residente en la periferia de Lisboa y actualmente en periodo de vacaciones de la tasca en la que trabaja, confiesa que sale de casa «cuando hace falta», algo que acaba ocurriendo todos los días.
Con su mujer afrontando turnos incompatibles con el teletrabajo, es João quien lleva a su hijo a la escuela, -una de las 52 excepciones al llamado a quedarse en casa siempre- «y a partir de ahí», dice, «puedo perderme».
«En el primer confinamiento hacía una compra semanal. Ahora, si hay que comprar el pan, voy a la calle. De todas maneras tengo que salir todos los días», argumenta.
João se declara «harto», un sentimiento que no es extraordinario, alertan psicólogos, y que está minando el confinamiento que debería evitar el colapso de los hospitales, pero que apenas ha reducido la movilidad un 30 %, frente al casi 70 % que bajó en marzo de 2020, cuando los lusos se quedaron en casa por primera vez.
Todo en un momento en que Portugal es, según la media de los últimos siete días recogida por la Universidad de Oxford, el segundo país del mundo con más nuevos casos por millón de habitantes.
HABITUADOS A LOS NÚMEROS
«Más que una negación, es haberse acostumbrado», apunta a Efe el presidente del Colegio de Psicólogos de Portugal, Francisco Miranda Rodrigues.
Los balances diarios, prolongados ya durante casi un año, han hecho que los ciudadanos se habitúen y pierda atención, apunta el experto, algo que dice «ocurre de forma automática», a pesar de que desde hace once días se estén batiendo récord de muertes (el último hoy, con 218 fallecidos) y contagios diarios.
«La historia que nos trajo hasta aquí no es una historia que comenzó hace cinco o diez días, comenzó hace casi un año», recuerda para explicar por qué se producen imágenes de calles concurridas pese a estos máximos.
Sobre todo en los paseos marítimos, como en el del municipio de Cascais, donde la afluencia de personas fue muy elevada este fin de semana, recurriendo a excusas como pasear al perro, aunque solo llevaban correa y no había mascota.
«Cuando se dice ‘tengo que salir, no aguanto más’, son señales de la necesidad que muchas personas tienen en este momento de tener un día libre que no existe», agrega Rodrigues, que avisa que no se adelanta nada «culpando» a estos ciudadanos.
«MEDICINA DE CATÁSTROFE»
La situación ha llevado a los hospitales al borde del colapso, con varios centros ya al 100 % y profesionales con una tensión acumulada que ha llevado al Colegio de Médicos a lanzar un aviso desesperado.
«Los profesionales de salud en este momento tienen que tomar decisiones complejas y muy difíciles en contexto de medicina de catástrofe», apunta en un comunicado, en el que se subraya: «no consiguen salvar todas las vidas».
Parte de la saturación se ha hecho evidente este martes con la muerte de un hombre de 87 años después de tres horas de espera en una ambulancia a las puertas del hospital de Portalegre (centro), donde las urgencias estaban repletas por covid.
Para mejorar la escasa adhesión, el Gobierno ha anunciado un ajuste del confinamiento con un severo discurso en el que se ha puesto el acento en la responsabilidad individual en un intento de concienciar a quienes no lo cumplen a rajatabla.
«No importa lo que el Gobierno prohíbe, sino lo que cada uno de nosotros se prohíbe hacer para proteger nuestra salud, nuestra vida y la de quienes nos rodean», sostuvo este lunes el primer ministro, António Costa.
João Afonso no le escuchó: «No oigo ni quiero oír a los políticos. Me cuesta mucho seguir creyéndoles con tantas contradicciones y cambios».
El mensaje de Costa introdujo 14 modificaciones, casi apenas aclaraciones, al confinamiento que había empezado cuatro días antes y que se había preparado durante casi una semana.
Horas antes de su comparecencia, el Colegio de Médicos se convertía en punta de lanza de las críticas al señalar en su nota la «ausencia de medidas robustas por parte de quien tiene la responsabilidad política de tomar decisiones».
UNA CAMPAÑA ELECTORAL EN PARALELO
Mientras el país vive los peores días de la pandemia, prosigue la campaña a las elecciones presidenciales, que se realizarán el próximo día 24.
Con sondeos que auguran alrededor del 60 % de votos al actual presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, para un segundo mandato de cinco años, los siete aspirantes no han renunciado a actos de campaña, y en alguna ocasión han levantado ampollas.
Es lo que ha ocurrido con el candidato de la ultraderecha, André Ventura -al que las encuestas dan la tercera o incluso segunda plaza-, que asistió a una cena con 170 personas en una sala cerrada.
La sensación de dos velocidades ha suscitado críticas, y este martes la candidata socialista Ana Gomes dijo que no descarta cancelar su campaña si la situación sigue empeorando.
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