El negocio criminal del tráfico de órganos está en auge en la extensa frontera que comparten Colombia y Venezuela. La infinidad de grupos irregulares, que operan en los límites entre ambos países han agregado esa actividad a las ya habituales de tráfico de armas, gasolinas, alimentos y drogas.
Por Primer Informe
Recientemente, el rescate de un persona secuestrada en la Guajira venezolana, reveló la creciente actividad de trata de personas.
El hombre rescatado contó que fue víctima “de grupos irregulares que operan en la frontera y que se dedican a la venta de órganos humanos”.
La víctima había aceptado viajar por los pasos fronterizos ilegales conocidos como «trochas» cuando cayó en la trampa de las organizaciones de crimen trasnacional.
Las denuncias de estos crímenes no son nuevas. En julio de 2018 la fundación Redes de Venezuela denunció la operación de una red que operaba en la zona de frontera y cuyas víctimas serían parte de los indígenas Yukpa.
“Estarían matando a indígenas para extraer sus órganos en centros clandestinos”, decía la denuncia.
Numerosas denuncias se han hecho sobre la ministra de Asuntos Penitenciarios de Maduro quien sirve de enlace entre el ELN con el dictador venezolano y también posiciona a las mafias lideradas por los llamados pranes en la frontera.
Las autoridades colombianas valoran como muy alto el riesgo que representan para la a vida, integridad, libertad y seguridad de su ciudadanos en la frontera la creciente presencia criminal de grupos criminales controlados por pranes venezolanos.
En la localidad colombiana de Maicao configura, según la Defensoría del Pueblo neogranadina, esos grupos generan la mayor amenaza para la población civil debido a las acciones bélicas de control en los pasos fronterizos irregulares.
“Las acciones violentas se encaminan a la imposición de un orden social en los territorios focalizados [a través de]homicidios, secuestros, extorsiones, violencia basada en género, enfrentamientos con interposición de la población civil, desplazamiento forzado y reclutamiento forzado y uso de niños para el desarrollo de economías ilegales”, señala la institución.
Entre esas actividades, la trata de personas vinculada al tráfico de órganos está adquiriendo una mayor preponderancia.
Los grupos liderados por los pranes son quienes ejercen toda esa violencia. Se trata de organizaciones dirigidas por expresidiarios venezolanos que manejan en el interior de las cárceles de ese país, a través del uso de la violencia.
De esa manera controlaban el tráfico de drogas y armas dentro de las cárceles y también manejaban actividades delincuenciales fuera de los recintos penitenciarios.
El escenario de riesgo hacia la zona de frontera se viene “agudizando progresivamente”, ya que estos grupos armados que operan en las trochas, además de mantener el control socio-territorial en el lado colombiano, también lo hacen en el lado venezolano, donde –además– han generado desplazamientos masivos de las poblaciones que se encuentran asentadas en varios puntos de la frontera.
Con información del El Heraldo.
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