“Vladimir Putin ratificó nuevamente todo el apoyo de Rusia para que Venezuela siga fortaleciendo su capacidad técnico-militar y su sistema de armas para defender la soberanía y la paz”. Ilusionado, las palabras fueron pronunciadas por Nicolás Maduro luego de la última reunión que mantuvo con el presidente ruso en el Kremlin el pasado viernes. El dictador cree encontrar allí algo del sosiego que la dramática situación que se vive en los alrededores del edificio gubernamental -al que para la mayoría usurpa- no le permite hallar. Pero a medida que el invierno se acerca a Moscú, también la relación con su protector pierde calor.
Infobae / Laureano Pérez Izquierdo
El vínculo entre ambos perdurará en las formas. Sobre todo las diplomáticas y las vinculadas con los cientos de negocios en marcha. El ex agente de la KGB -quien está al comando de la extensa nación desde mayo de 2000- desprecia intelectualmente y como líder político al corpulento dirigente que se aferra al Palacio de Miraflores. Sospecha (sabe) que está más pendiente en intentar sobrevivir que en empujar una iniciativa viable que revirtiera el desmembramiento de poder que padece. “Lo ve desesperado, débil… sin solución”, señala alguien que conoce -bastante- la inabarcable cabeza del ruso.
“Para Putin las diferencias que hay con el anterior presidente -en referencia a Hugo Chávez, muerto el 5 de marzo de 2013- son demasiadas. Lo desprecia desde todo punto de vista. A Chávez lo consideraba fuerte, inteligente, audaz, creativo y hasta algo confiable. A Maduro, por el contrario, lo subestima. El respeto es sólo en las formas. En él no encuentra nada”, dice el mismo ex militar y asesor que prefiere mantener su nombre a resguardo. “Es que mientras uno vivió tiempos de cortina de hierro, KGB y Guerra Fría (en relación al ruso), Maduro sólo heredó un poder que no supo administrar, que se le escurrió. Sumado a que además fue condicionado cada vez más por los cubanos”, agrega la fuente.
Lejos de desconocer la actualidad, el patrón que imagina hablar con pájaros está al tanto del despojo tácito al que se lo somete. Tiene -por el momento- buenos informantes. Los cubanos susurradores le dicen casi a diario que no es el único interlocutor chavista o venezolano con los rusos. Son más que un puñado los que encontraron un oído en el cual depositar confianza. El vocero principal de Moscú en tierra latina es el actual embajador en Caracas, Vladimir Zaemskiy. Vive allí desde 2009. Conoce a todos los actores. Incluso sus necesidades. Es igualmenet es el representante diplomático del Kremlin ante Haití y República Dominicana. El este de la paradisíaca isla es el destino predilecto de los príncipes del régimen venezolano. Todo queda en familia.
Pero esa familia tiene sus internas. Sus preferidos, algunos altibajos, unos caídos en desgracia y otros elevados a altares prometidos. Preocupado en irradiar flexibilidad, Rusia abrió nuevos canales de diálogo con gente muy cercana y leal a Maduro. Suman en esas charlas a los oponentes políticos al chavismo: tanto propios como extraños. Zaemskiy es el señuelo que traspasa todas las conversaciones. Este sábado, cuando arribe a la capital venezolana Yuri Borísov -su Viceprimer ministro- será quien le sintetice las novedades y sobre todo quien le enumere los canales alternativos que se abrieron recientemente.
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En el Kremlin se analiza desde hace algunas semanas la realidad que atraviesa Venezuela con otra perspectiva. La administración actual está terminada. Al menos eso piensan los asesores rusos. Sin capacidad de maniobra, la fragilidad institucional que en algún momento fuera de utilidad para conseguir ciertos negocios y beneficios, hoy no resulta atractiva. En un punto los negocios deberán dejar de rozar la ilegalidad y se verán golpeados por las innumerables sanciones a las que se somete a los jerarcas de la dictadura, sus instituciones y las empresas y corporaciones que hacen negocios con ellos. La salida del laberinto es una sola, reconocen puertas adentro.
Hacen cuentas. La estabilidad en el país latinoamericano podría rendir, indefectiblemente, los frutos que hoy no pueden recoger y que son tan necesarios. ¿Cómo pensar en expandirse en el país y en el resto de América Latina si el mundo continúa dándole la espalda a una autocracia que viola derechos humanos y que se desvanece por sí mismo? ¿Cuánto tiempo más podrá permanecer al margen? Las inversiones son clave, en ese esquema. Es por eso que -como anticipara Infobae en agosto pasado- el deseo de ver al gobernador de Miranda en lugar de Maduro se mantiene. Se alienta. Héctor Rodríguez es uno de los más frecuentes tertulianos del Zaemskiy. “Es el hombre que más confianza le inspira a Rusia en este momento. Lo ven como un líder que no es sinónimo de la crisis o de la inestabilidad imperante”, analiza un allegado al joven chavista. Se ilusiona.
El caraqueño mira de reojo a su posible sucesor. Lo envió como portavoz con la oposición para que en Barbados pudieran diseñar una hoja de ruta que condujera al pueblo venezolano a unas elecciones libres. No fue un cuento de hadas y no tuvo final feliz. La puesta en escena le sirvió al sucesor de Chávez para dos cosas: por un lado, dilatar los reclamos propios e internacionales; por el otro, alejar del radar al mimado por los rusos.
Pero Zaemskiy, conocedor como pocos de la vida política venezolana, advirtió que en la actual circunstancia tampoco podía dejarse de lado a los opositores. Es por eso que también frecuenta, cada vez más, a algunos de los colaboradores del presidente interino Juan Guaidó. La maniobra no debería sorprender: es parte del arte de la política. Sin embargo, sí descoloca a quien estaba convencido de tener del otro lado del océano a un “amigo” que lo apoyaría hasta las últimas consecuencias. El futuro que Maduro teme enfrentar está cada vez más cerca. Trata de desconocer un antiguo proverbio ruso: “Añorar el pasado es correr tras el viento”.
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