Svetlana tiene 21 años y ya sabe usar el AK-47. La tiene colgada de su cuerpo apuntando hacia abajo, como le enseñaron. Está en uno de los check-points más cercanos a Irpin, a solo diez minutos en auto del lugar por donde los rusos intentan entrar en la ciudad. Su función, dice, es dar apoyo, pero está -también lo afirma- lista para disparar.
Por Joaquín Sánchez Mariño / Infobae
Antes de esto, hace tan solo once días, Svetlana era una chica de Odessa que estudió Bioquímica y que había arribado hace poco a Kiev para trabajar. Sus padres quedaron allá, en el sur del país y están viviendo horas críticas, a la espera de saber si Vladimir Putin va a bombardear la ciudad o no. Lo mismo se vive en Kiev, pero se presume que primero Rusia conquistaría el sur y el oeste antes de comenzar con la capital. Cuando eso pase, Svetlana va a ser una de las líneas de defensa de su ciudad.
Su madre sabe que se enlistó y le dijo que la apoya. Que está orgullosa. Que sabe que ella es adulta y puede decidir por sí misma. Y que es bueno que ofrezca lo que sabe a su país. Su padre en cambio no tiene idea de que su hija es parte hoy de una milicia armada. “No quiero hacerle mal”, dice, “se preocuparía mucho”.
En el mismo check-point está Alona. Tiene 32 años: es maquilladora y artista. “Estoy acostumbrada tratar con el cuerpo humano por mi trabajo”, remarca. Se la nota tranquila. Ambas explican que su función principal será cuidar a los soldados y atender heridos, más allá de que todo puede precipitarse a la batalla armada. “No quiero disparar a nadie, no quiero matar a nadie, pero estoy preparada para hacerlo si llega el momento”, dice Alona. Luego, hace la analogía de la loba.
La loba, enseña la maquilladora convertida en guerrera, no quiere atacar nunca a nadie. A menos que se metan con sus crías. En ese caso, es el animal más peligroso del mundo. “Bueno, aquí están atacando nuestro hogar, que es donde están nuestros hijos, los hijos de Ucrania, y nosotras somos lobas que los van a defender”, dice con calidez, con simpatía, con encanto. Afirma, también que va a sacar las garras y matar si hiciera falta. Lo dice como lo dice una artista, con amor, con pulsión de vida.
– ¿Cuál es su rol acá?
Svetlana: Somos las enfermeras en el check-point. Tenemos que dar apoyo médico acá. Yo soy bioquímica y sé cómo funciona el cuerpo. Y ella está acostumbrada a trabajar con personas.
-¿Saben cómo funciona el arma que llevan?
Svetlana: Sí. La primera noche tuvimos el entrenamiento de cómo manejarlas, cómo limpiarlas, cómo cargar, cuál es la posición en la que debemos tirar, cómo apuntar paradas, agachadas… Y tuvimos algunas otras lecciones con otro tipo de armas. Por eso no nos da miedo usarlas.
-¿Cuántas mujeres hay en este check-point?
Svetlana: Somos diez. Seis de nosotros somos de las Defensas Territoriales, las que estamos armadas. Y las otras cuatro son voluntarias y hacen comida caliente, limpian, ayudan con las cosas del día a día.
-¿Si algo pasa están listas para defender el check-point?
Svetlana: Sí, defenderlo y ayudar a aquellos que necesiten nuestra ayuda. Tratar a soldados heridos, todo eso.
-¿Alguna vez imaginó que esto podía pasar?
Svetlana: No, nunca pensamos que esto podía suceder en nuestro país. Todo parecía bien y de repente, en un día, nos dimos cuenta de que teníamos que estar acá, ofrecer mis aptitudes, todo lo que pudiera darle a nuestro ejército. Alguna ayuda y otras cosas.
Alona: Mi imaginación funcionó de otro modo, porque yo crecí con mis abuelos, que estuvieron en la Segunda Guerra Mundial, y me contaron toda la historia de Ucrania y el territorio de la Unión Soviética… Entonces, mi cabeza tenía toda esa información y de repente pensé: “Dios mío, soy yo siendo como mi abuela…”. Es como que cambiamos lugares. Y ya van once o doce días y siento que ya es normal. Explosiones, sangre, gente muerta, y es…. ¡qué mierda está pasando!
-¿Duermen acá en el check-point?
Svetlana: Sí.
-Están muy cerca de Irpin. ¿Escuchan el bombardeo?
Svetlana: Sí, ya nos acostumbramos a eso. Lo escuchamos todos los días.
-¿Saben que están arriesgando sus vidas?
Svetlana: Sí, estamos arriesgando la vida pero entendemos perfectamente las razones por las que lo estamos haciendo. Sabemos por lo que estamos peleando.
Alona: No se trata de nuestras vidas, se trata de la vida de nuestro país. Y si podemos ser un ejemplo para todo el mundo, es un gran honor mostrar que somos lo suficientemente valientes como para protegernos nosotros mismos, proteger a nuestros amigos, y proteger a nuestros guerreros. Cuando ellos duermen los abrigamos y los hacemos sentir bien, y cuando se levantan les cocinamos algo… Es como que damos calor al lugar, les damos un poco de paz, una zona de confort.
Svetlana: ¡Les compartimos nuestro internet! ¡Ja! Así decimos en broma: somos una zona wifi pacífica para ellos.