«Las acciones del régimen de Lukashenko amenazan la seguridad, son divisivas y pretenden distraer la atención de las actividades de Rusia en la frontera ucraniana», declaró Antony Blinken, Secretario de Estado estadounidense, el domingo 14 de noviembre, mientras Ucrania elevaba su nivel de alerta militar.
En una entrevista con el Financial Times, la viceministra de Defensa ucraniana, Hanna Maliar, afirmó que existía una alta probabilidad de desestabilización este invierno por parte de Rusia.
Según Kiev y sus aliados occidentales, hay 114.000 soldados rusos en las fronteras del país, más que en abril durante el último momento de tensión, pero esta vez fuera de un período de ejercicios militares.
El sábado, los medios de comunicación británicos llegaron a anunciar que Gran Bretaña estaba dispuesta a enviar 600 miembros de fuerzas especiales a Ucrania, en caso de un ataque de Rusia.
Parece que los servicios de inteligencia se dedican a la guerra psicológica, a través de los medios de comunicación, y que esta vez son los británicos y os estadounidenses que están detrás. Sin embargo, hay que seguir la situación muy de cerca, porque en los últimos meses el ejército ucraniano se ha reforzado notoriamente, recibiendo ayuda estadounidense, británica y turca, mientras que para el Kremlin el control de Ucrania es una obsesión vital.
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