El origen de estas pandillas se remonta a los años ochenta, cuando las guerras internas estremecían a los países centroamericanos. Huyendo de los enfrentamientos entre las guerrillas y los regímenes militares, muchos de sus ciudadanos buscaron refugio en EE. UU. En la ciudad de Los Ángeles, con una numerosa comunidad hispana, los jóvenes de estas familias encontraron en ellas una forma de identificación y de protección contra la discriminación que sufrían en el suelo estadounidense.
Las dos principales organizaciones, nacidas en ese contexto, son las actuales “Mara Salvatrucha”, también conocida como la MS-13, y “Mara 18″, esta última identificada con el número de la calle del distrito Rampart de Los Ángeles, donde se reunían esos jóvenes.
Con los procesos de paz en toda la región y el fin de la violencia, a mediados de la década del noventa, muchas de esas familias regresaron a sus países de origen. Así fue como, en las principales ciudades de Guatemala, El Salvador y Honduras, en un contexto de crisis económica y marginalidad, estos grupos comenzaron a adquirir protagonismo y a captar adeptos entre adolescentes y jóvenes de los sectores más postergados de la sociedad.
Así dio inicio la campaña de violencia y asesinatos que ha sacudido Centroamérica en las últimas dos décadas. A pesar de la reducción de los índices de homicidios de los últimos cinco años, estos grupos no han sido erradicados y siguen desafiando la autoridad del Estado.
Sin embargo, la rivalidad con otros grupos los llevó a aumentar sus niveles de violencia, escalando a una nueva dimensión de delincuencia que los convirtió en una amenaza para su entorno.
A principios de los noventa, los líderes de la mara Salvatrucha fueron deportados por Estados Unidos y llegaron a El Salvador y armados bajo una estructura sólida y con gran experiencia delictiva, reclutaron a jóvenes locales, pobres y desesperanzados, ávidos de pertenencia y repletos de rabia.
Marcas en la piel y ritos de iniciación
Con tatuajes que incluyen el número 13, cabezas rapadas, prendas azules y blancas, y su jerga característica, rápidamente captaron la atención de la juventud. Sus células criminales, conocidas como “clicas”, se multiplicaron por todo el país y comenzaron extorsionando a comerciantes y residentes locales, pero pronto avanzaron hacia secuestros y cobros para garantizar protección.
Sin embargo, sus mayores ganancias provinieron del tráfico de drogas y, especialmente, del control de las redes de distribución de cocaína. Su afán por dominar el territorio alcanzó niveles inimaginables: violaciones, contrabando de armas y asesinatos por encargo se convirtieron en algo cotidiano.
¿Son los principales enemigos de Nayib Bukele?
A lo largo de los años, a pesar de los intentos de los gobiernos por detener su reinado de terror, la estructura de la MS-13 sobrevivió y esta pandilla se convirtió en una de las más peligrosas del mundo.
A principios de este año, México capturó a tres de los principales líderes de la organización criminal. Las estrategias para combatirlos son diversas, desde fuerzas de seguridad especializadas hasta la construcción de megaprisiones.
Podemos observar como un documento desclasificado de la Corte del Distrito Este de Nueva York reveló reuniones entre altos funcionarios del gobierno salvadoreño de Nayib Bukele y miembros de la MS-13, específicamente de la Ranfla Nacional, donde se habrían pactado reducciones de condena a cambio de la disminución de la violencia.
Mientras tanto, la violencia no cesa
Tras el reciente asesinato de un miembro de las fuerzas de seguridad, Bukele intensificó su lucha y ordenó el despliegue de más de 5.000 militares y 500 policías para enfrentar a las pandillas.
Sin embargo, expertos en seguridad sostienen que la prevención del reclutamiento de jóvenes y la creación de más oportunidades educativas y laborales son fundamentales para controlar su expansión.
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