En las Américas, un promedio de 100.000 personas se quitan la vida anualmente. Venezuela, hasta 2019, afirmó la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se mantenía como uno de los países de la región con menores registros de suicidios, al tener una tasa que no superaba los 2,5 casos por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, en 2021 esa cifra aumentó a 4,3, tras documentarse al menos 1.164 muertes de este tipo, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).
Los venezolanos engrosan el número global de 703.000 personas que se suicidan tras numerosos intentos —una cada 40 segundos— . Y cuando hablamos de venezolanos nos referimos no solo a aquellos que están dentro del país —afectado por una crisis humanitaria desde al menos 2015 y la debacle económica iniciada en 2013— sino también a los entre 6,8 y 7,2 millones de migrantes y refugiados que han sido víctimas de un desplazamiento forzoso a causa de la pobreza extrema que arropa al 70% de la población, la violencia, inseguridad personal y la persecución política.
En Colombia, el territorio de la región que más venezolanos alberga (2,4 millones según Migración), en los últimos cinco años se han suicidado 244 venezolanos, siendo 2020 y 2021 los períodos de mayores picos, con 76 y 38 suicidios, respectivamente.
El agravamiento de la precariedad económica de aquellos más vulnerables debido a la pérdida de empleo por el confinamiento por la pandemia de covid-19, que se tradujo en una baja en el acceso a los alimentos, es uno de los factores que intensificaron las conductas suicidas dentro de la población migrante venezolana en el país vecino, dijo Luz Ángela Rojas, miembro del Grupo de Investigación en Salud Mental de la Universidad CES de Medellín, en entrevista con TalCual.
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