El pasado 10 de agosto cuando corrió el rumor de que el magnate Jeffrey Epstein se había suicidado en una cárcel de Nueva de York, decenas de sus víctimas de abuso sexual sintieron un profundo dolor.
Pero no precisamente por su muerte, que de hecho les pudo haber traído algo de alivio, sino porque el magnate les había vuelto a ganar la partida llevándose sus secretos a la tumba.
Eso cambió el pasado jueves con el arresto en Nueva Hampshire de Ghislaine Maxwell, la novia de Epstein durante años y quien, según las autoridades, le ayudó a montar toda una red de tráfico sexual que le permitió al multimillonario y a sus amigos abusar de jóvenes y niñas, algunas menores de 15 años.
A pesar de que los gustos de Epstein eran conocidos entre la alta sociedad estadounidense, el multimillonario se pasó décadas evadiendo a las autoridades gracias a sus poderosas conexiones.
La suerte le duró hasta el 2005, cuando los padres de una joven de 14 años lo acusaron de haber abusado sexualmente a su hija en sus residencias en la Florida.
Como parte de esa investigación, las autoridades descubrieron que la joven no era la única víctima y que existía toda una red que se encargaba de reclutar a menores de edad para que complacieran al magnate con todo tipo de perversiones.
Epstein, sin embargo, logró prácticamente evadir la justicia gracias a un acuerdo de culpabilidad en el 2008 que le otorgó casa por cárcel por menos de un año. Ese acuerdo, muy criticado hasta hoy día, lo negoció Alexander Acosta, exsecretario de Trabajo del presidente Donald Trump y en ese entonces fiscal en la Florida.
Pero las acusaciones contra Epstein nunca se detuvieron y en julio de 2019 fue arrestado nuevamente luego de que las autoridades revelaron un encausamiento en su contra por tráfico sexual. Acosta, vale anotar, tuvo que renunciar a su cargo a los pocos días de que estalló el nuevo escándalo.
Más de 36 mujeres dieron sus testimonios como parte de ese proceso, que se vio interrumpido en agosto con el suicidio del magnate. Pero en el marco de la investigación muchas de ellas mencionaron a Maxwell, la novia de Epstein, como pieza central en todo el entramado.
Un rol, además, que había sido expuesto por el documental Asquerosamente rico, que produjo Netflix sobre la vida de Epstein y que se estrenó en mayo de este año.
Maxwell, ciudadana británica de 58 años, es hija de Robert Maxwell, un poderoso magnate de las comunicaciones cuyo imperio se desplomó tras su muerte en 1992, cuando se reveló que se había robado cientos de millones de dólares que pertenecían a los fondos de pensiones de sus empresas.
Pero Ghislaine siempre estuvo muy bien conectada con la alta sociedad y fue ella la que unió a Epstein con personajes de talla mundial como el exvicepresidente Bill Clinton y el príncipe británico Andrés, duque de York.
De acuerdo con los fiscales de Nueva York, Maxwell se desempeñaba como toda una proxeneta al servicio de Epstein y, por lo tanto, es responsable de los mismos crímenes que pesaban contra el millonario.
El encausamiento tiene dos partes. El primero es la acusación por tráfico sexual que cubre el período entre 1994 y 1997. Según los fiscales, el trabajo de Ghislaine era reclutar a las jóvenes y prepararlas para sus encuentros sexuales con Epstein. Primero ganándose su confianza a través de invitaciones y regalos, y luego convenciéndolas de darle “masajes” a Epstein que luego se tornaban en abusos y violación sexual.
“Maxwell trataba de normalizar el abuso de las menores discutiendo con ellas sobre temas sexuales, quitándose la ropa frente a ellas y estando presente durante los actos sexuales con Epstein”, decía esta semana Audrey Strauss, la fiscal que adelanta el proceso.
De acuerdo con esta, Epstein y Maxwell trabajaban “como un equipo”, coordinando los viajes de las menores a las residencias de este en Nueva York, Palm Beach, Nuevo México y Londres, donde utilizaban la vivienda de la británica.
De acuerdo con algunas de las víctimas, Maxwell incluso participaba en las agresiones sexuales que incluían golpes y actos impublicables.
El segundo pliego de cargos contra Maxwell es por haberle mentido a la Corte durante un proceso en el 2015, cuando testificó en un caso elevado por Virginia Giuffre, una mujer que la acusaba de haberla reclutado a los 15 años para que tuviera relaciones sexuales con Epstein y sus amigos.
Giuffre es también la mujer que acusó al príncipe Andrés de haber abusado sexualmente de ella en la casa de Maxwell en Londres. El príncipe niega que eso sucediera y ha dicho que ni siquiera recuerda a la joven, a pesar de que existe una fotografía en la que la tiene abrazada por la cintura.
En la foto también aparece Maxwell. Y es allí donde este caso se torna interesante. La británica enfrenta seis cargos que en su conjunto prevén una posible sentencia de 35 años de cárcel.
Pero la atención está ahora puesta en un posible acuerdo de Maxwell con la Fiscalía para reducir en algo su sentencia y que incluiría testimonios y evidencia contra peces gordos de la política y la farándula estadounidense y mundial.
Entre ellos el duque de York, el expresidente Bill Clinton y el mismo presidente Trump, que consideraba a Epstein un amigo y participó en muchas de sus fiestas. Como Andrés, tanto Clinton como Trump niegan haber participado en actos ilegales con menores.
Pero habrá que ver qué pasa y quién más cae, una vez Maxwell prenda el ventilador.
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