Los cubanos se aglomeraron durante horas el viernes para tomar el transporte público en La Habana, mientras las estaciones de combustibles permanecían congestionadas, en una señal de que la escasez de diésel se podría estar comenzando a sentir tras las sanciones de Estados Unidos a la isla caribeña.
Washington anunció una serie de sanciones a más de 100 empresas cubanas, impuso restricciones a los viajes de sus ciudadanos a la isla y decidió la entrada en vigencia de una ley de 1996 que permite a los cubano-estadounidense demandar a compañías extranjeras que usan propiedades nacionalizadas tras la revolución de 1959.
El gobierno del presidente estadounidense, Donald Trump, culpa a Cuba por el apoyo que brinda a Venezuela y justifica sus nuevas restricciones argumentando que La Habana es el principal sostén político de Nicolás Maduro.
Inspectores del transporte público aseguraban que trabajadores con automóviles estatales se detuvieran para trasladar a otros cubanos, luego de que el presidente Miguel Díaz-Canel exhortó a tener solidaridad en tiempos de crisis hasta que se estabilice la situación en la isla.
Díaz-Canel, que dijo que habrá menos diésel disponible este mes, advirtió en la televisión local que se avecinan tiempos duros porque Washington está intentando impedir el arribo del combustible a la isla con sanciones a buques y compañías que participan en el traslado desde Venezuela a La Habana, con el objetivo de asfixiar a la frágil economía local.
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“La situación del transporte se está poniendo fea, incluso aunque el Estado sostiene que es temporal”, dijo Alexei Pérez, de 55 años, quien desempolvó una vieja bicicleta que no había usado desde la depresión económica de Cuba tras el colapso de la Unión Soviética. “Tengo que tenerla lista”, sostuvo.
Las nuevas sanciones estadounidenses impuestas en enero a la petrolera estatal venezolana PDVSA han dificultado también los envíos a Cuba.
Transalba, la empresa conjunta entre Cuba y Venezuela para arrendar y operar embarcaciones que cubren la ruta, ha tenido problemas para encontrar buques dispuestos a trabajar con dos naciones sancionadas, según fuentes involucradas en el comercio.
“Esperé alrededor de tres horas para tomar un ómnibus y regresar a la casa”, dijo Eloisa Álvarez, de 72 años, junto a decenas de personas en una parada de autobús.
Reuters
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