Santo António, la fiesta más alegre de Lisboa, es este año una fecha con tristeza y vacío por el coronavirus, que ha obligado a imponer restricciones que los vecinos asumen adaptando la verbena para seguir asando las tradicionales sardinas, aunque haya que hacerlo a la puerta de casa.
Cualquier cosa para parar el brote de coronavirus, dicen en las calles del céntrico barrio de Alfama, zona cero de los santos populares de Lisboa, que cada año convierten esta capital cosmopolita en una enorme verbena en la que son protagonistas las orquestas, las sardinas asadas en la calle y las marchas.
Hasta este año. El coronavirus, que ya obligó a suspender celebraciones clave en Portugal, como el desfile del 25 de Abril, se ceba ahora con la fiesta más alegre de su capital justo cuando parece culminar la desescalada nacional, que arrancó su tercera y última fase el pasado 1 de junio.
Los brotes de coronavirus surgidos en las últimas semanas en la periferia de Lisboa obligaron a ralentizar el ritmo de la región capitalina, que aglutina alrededor del 90 % de los nuevos casos detectados en los últimos 15 días.
En la quincena que concluyó el pasado día 9, Portugal fue el segundo país de la Unión Europea que más casos nuevos tuvo por millón de habitantes.
Le supera solo Suecia, según datos divulgados en las últimas horas por una plataforma desarrollada por la facultad de Medicina de la Universidad de Oporto, que recogió información reportada por los países al Centro Europeo de Control y Prevención de Enfermedades.
Admitiendo “preocupación” por la región, las autoridades han mantenido en Lisboa la prohibición de reunión de más de 10 personas, han desplegado 1.000 policías que incluso han obligado a retirar adornos festivos y se ha obligado a cerrar bares a partir de las 19.00.
Las medidas se mantendrán hasta el próximo lunes, vaciando así la semana grande de la ciudad.
TRISTEZA EN ALFAMA
“El año pasado era una locura y este año no hay locura ninguna. Hay tristeza”, dice a Efe Dalia Dias, residente en Alfama que ha decidido adaptar la verbena. Si no puede ser multitudinaria, será apenas para ella y su hija.
A la puerta del edificio en el que vive, al final de una estrecha cuesta de este barrio histórico, Dias asa sardinas en una pequeña parrilla y se emociona recordando el bullicio de otros años, en los que entre lisboetas y turistas era casi imposible caminar para ir a escuchar a la orquesta o para comprar churros o bocadillos de carne en puestos callejeros.
“Echo de menos todo. Esperemos que las cosas salgan bien y volvamos a la normalidad”, comenta esta septuagenaria.
En Alfama cuesta incluso encontrar los tradicionales espumillones rojos y verdes que sirven de adornos para festejar al santo casamentero, lisboeta de nacimiento y fallecido en Padua en 1231 tras una vida que arrastra una enorme devoción.
Sus homenajes comienzan siempre a primeros de junio, con barbacoas, barras en las calles y música festiva tradicional portuguesa en prácticamente todos los barrios de Lisboa.
El clímax se inicia el día 12, cuando se celebran las bodas masivas, que unen a 16 parejas con escasos recursos en ceremonias retransmitidas por televisión, y se alcanza el día 13, fecha de la muerte de Santo António, con una enorme fiesta en la calle en la que las sardinas asadas son protagonistas.
Este año Dalia no ha visto bodas, que tuvieron que ser canceladas, y ha comprado un kilo de sardinas por poco más de 5 euros, “mucho más barato que el año pasado”.
Pocos las asan hoy y el aire huele a nada.
RESTRICCIONES Y BÚSQUEDA DE ADORNOS
“Hace 45 años que estoy aquí, celebro el Santo António, y este año no huele a sardina, no huele a albahaca, no huele a movimiento. No es el Santo António tradicional, parece que nunca existió”, dice a Efe Ramiro Dias, propietario de la Ginja de Alfama, un local con décadas de historia que asiste perplejo al vacío.
Apenas la hora del almuerzo permite ver algo de clientela, separada por mesas que cumplen la distancia recomendada y atendida por camareros con mascarilla.
Hasta mañana domingo, los restaurantes deberán cerrar como máximo a medianoche y no volver a abrir hasta las 8 de la mañana siguiente, al igual que las Casas de Fado, otro imprescindible de este barrio, que además no podrán dejar entrar a nuevos clientes a partir de las 23 horas.
Las cafeterías, pastelerías y similares tendrán que cerrar a las 19 horas, como es el caso de la Ginja de Alfama, que veía esta fiesta como el pistoletazo de salida para la temporada de verano, en los últimos años repleta de turistas.
“Podrían dejar un par de horas más”, comenta Dias, que dice entender lo imprescindible de evitar aglomeraciones en este momento de mayor preocupación en la capital.
Con una resignación general, la madrugada ha pasado en silencio en esta zona, sin que haya habido que intervenir fiestas, una eventualidad para la que estaban preparados un millar de policías.
Al final, muchos se han limitado a pedir que se quitasen adornos.
“El restaurante ayer estaba vacío, no teníamos clientes, pero teníamos unas albahacas de papel y una cinta amarilla de los santos populares para señalar la fecha y hacer la calle un poco más colorida, pero incluso eso nos dijo la policía que era necesario retirar”, dijo a medios portugueses la propietaria de un bar en el también céntrico barrio de Graça.
Los vecinos ya esperan las fiestas de 2021.
EFE
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