Al menos 21 personas han muerto, entre ellas, seis menores. Moscú afirma que sus tropas han llegado a las puertas de Lisichansk, último bastión para el control de Lugansk, en el este del país.
No han terminado aún las tareas de identificación de los restos de cadáveres desperdigados en el centro comercial de Kremenchuk (centro de Ucrania) cuando las tropas rusas han vuelto a golpear un objetivo civil, causando al menos 21 muertos, entre ellos, seis menores. Dos misiles cayeron pasada la medianoche del jueves sobre un edificio de viviendas de nueve plantas y un centro turístico de Serhiivka, un pueblo en la costa del mar Negro, en la provincia de Odesa (sur del país), pero alejado del frente de guerra. Un bloque de apartamentos de 14 pisos también resultó dañado por la onda expansiva. “De repente nos despertamos con un tremendo temblor en el suelo”, cuenta Oxana Yakovenko, una mujer que vive a ocho kilómetros. Pese a la pena por lo ocurrido a sus vecinos, no pudo evitar sentir alivio al despertarse y ver que ella y su familia estaban a salvo.
El brutal ataque contra ciudadanos pacíficos y desarmados vino acompañado de la habitual ceremonia de la confusión que practica el Kremlin. Como ya ocurrió esta semana en Kremenchuk, el Gobierno ruso niega la evidencia asegurando que no golpea objetivos civiles. Pero las ruinas del edificio de viviendas, entre las que se distinguen colchones y alfombras en medio del desastre, narran una historia opuesta a la de la propaganda de Moscú.
La pequeña tienda de productos de limpieza y ropa que Galia Gusachenko tiene al lado del edificio atacado ha quedado destrozada. Esta mujer, que no quiere entrar en polémicas —“esto es culpa de todos los políticos, que no han sabido llegar a un acuerdo”, se limita a decir— estaba durmiendo cuando oyó varios ruidos. Escuchó a su hija decirle que algo horrible acababa de pasar. “La explosión ha destrozado una pared de la tienda. Llevamos toda la mañana sacando escombros y los productos de la tienda que se han salvado. No me explico cómo ha podido pasar algo así”, protesta. Este mismo viernes estaba previsto que llegaran huéspedes al centro turístico cercano, que ha quedado también destrozado. Gusachenko dice que “gracias a Dios” no habían llegado todavía cuando impactó el misil.
Militares y civiles trabajan en las tareas de rescate. También está en Serhiivka un equipo de la Fiscalía de Odesa que investiga la comisión de crímenes de guerra por parte de Rusia. Aunque llegar a Serhiivka no es fácil. El camino desde Odesa a la ciudad, que antes de la guerra se hacía en hora y media, se alarga ahora hasta casi tres horas, ya que el puente que une la famosa ciudad portuaria con el sur de la provincia quedó dañado hace dos semanas por las bombas rusas y por los continuos controles militares que jalonan la carretera. Pese a ello, era una ciudad más segura que otras. Una voluntaria cuenta que en esta localidad de Odesa hay muchos refugiados internos de la guerra. Precisamente, dos de las víctimas mortales son una madre y su hijo refugiados —el padre resultó herido de gravedad—.
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