Las autoridades sanitarias rusas anunciaron este jueves la primera muerte por coronavirus en el país, que registra oficialmente 147 casos.
La víctima es una mujer de edad avanzada “que falleció en un hospital de Moscú y tenía varias enfermedades crónicas”, dijo el centro de gestión de la epidemia, en su cuenta en la red social Telegram.
“La paciente, de 79 años, fue hospitalizada el pasado día 13 y por petición de sus familiares fue trasladada el día 14 a una clínica privada. Después de confirmarse su positivo por coronavirus fue trasladada de urgencia al hospital de enfermedades infecciosas Nº 2”, dijo un portavoz de gabinete de crisis citado por la agencia Interfax. Agregó que la mujer recibió cuidados intensivos pero no pudo superar la insuficiencia respiratoria.
La confirmación de la primera muerte por COVID-19 en Rusia coincidió prácticamente con una reunión del Gobierno ruso dedicada a la crisis sanitaria, en la que el primer ministro, Mijail Mishustin, hizo un llamamiento a la calma y aseguró que el país está preparado para cualquier escenario.
“Se ha dispuesto una cantidad suficientes de camas para enfermos infectados y tenemos suficientes aparatos de respiración asistida, pero si es necesario podemos aumentar su cantidad”, dijo Mishustin en la reunión con sus ministros, transmitida en directo por la televisión.
Desconfianza entre los rusos
Rusia afirma que la epidemia del nuevo coronavirus está «bajo control», pero la pasividad de las autoridades a la hora de gestionar crisis genera desconfianza entre numerosos rusos, que se preparan para lo peor.
De la catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986 a los gigantescos incendios de 2010, la historia soviética y rusa está plagada de episodios en los que la primera reacción de las autoridades es esconder el alcance de los daños.
Pero, cuando estalló la epidemia del nuevo coronavirus, Moscú reaccionó rápidamente. A finales de enero, cuando la epidemia afectaba sobre todo a China, Moscú ordenó el cierre de los 4.200 km de frontera que comparte con el gigante asiático y prohibió la entrada a su territorio de ciudadanos chinos.
Hasta el 6 de marzo, el país más grande del mundo solo había registrado 10 casos. Pero la cifra aumentó desde entonces, y en 24 horas se registró un alza del 29% entre el martes y el miércoles, alcanzando los 147 contagios.
Vladimir Putin, sin embargo, subrayó el martes que, al cerrar sus fronteras, Rusia había evitado una “epidemia masiva” y que la situación estaba bajo control. Aparte del cierre total de las fronteras –en vigor desde el miércoles– no se han tomado muchas medidas de alcance nacional.
La capital rusa y algunas otras ciudades impusieron restricciones a las concentraciones y cerraron los centros escolares y culturales, pero la mayor parte del país sigue viviendo con normalidad. El mensaje de las autoridades es claro: “No existe ninguna razón para que cunda el pánico. Todas las medidas adoptadas son preventivas”, insistió la vice primera ministra, encargada de Salud, Tatiana Golikova.
En Moscú, no obstante, la preocupación es palpable. Desde principios de semana, las redes sociales se han llenado de imágenes de supermercados con los estantes vacíos. Muchos moscovitas se fueron a su «dacha», su casa de campo.
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