Entre junio y diciembre de 2020, el país sufrió un fuerte aumento de los suicidios, que interrumpió una década de descenso en las estadísticas. Las razones por las que las mujeres y los niños padecieron mayores incrementos que los hombres adultos.
Los efectos colaterales más evidentes de las medidas tomadas en casi todo el mundo para evitar —con escaso éxito— la propagación del COVID-19 son económicos. La razón es obvia: el impacto fue automático. Los confinamientos generalizados y el cierre de comercios provocaron en pocas semanas abruptas caídas de la producción y disparadas del desempleo.
La gran mayoría de los gobiernos, con el aval de sus asesores científicos, justificó la decisión con un argumento muy persuasivo: valía la pena perder algunos puntos del PIB y millones de puestos de trabajo para salvar vidas. Quienes trataron de advertir que la destrucción de la economía podía tener consecuencias muy graves fueron acusados de preocuparse más por el dinero que por la salud de la población.
Un grupo minoritario de epidemiólogos advirtió que ese enfoque no solo dañaba la economía, sino que también podía provocar graves consecuencias sanitarias. El problema es que sus planteos eran abstractos: mientras miles de personas morían todos los días de COVID-19, las secuelas de la interrupción de controles médicos, de tratamientos o de cirugías programadas sólo se verían en el largo plazo.
Algunos especialistas en salud mental trataron de llamar la atención sobre los efectos psicológicos del encierro y del aislamiento social prolongado. Pero chocaron con la misma pared: ¿qué puede significar una depresión al lado de una vida salvada?
Transcurrido un año desde que el coronavirus empezó a diseminarse por el mundo, los daños colaterales de la estrategia adoptada para contenerlo dejaron de ser abstractos. Japón, uno de los países menos afectados por la pandemia —con 4.800 muertes, 38 por cada millón de habitantes—, registró un alarmante alza de los suicidios en la segunda mitad de 2020.
Entre julio y diciembre, subieron 17,2% en comparación con el mismo período de 2019, según datos preliminares de la Agencia Nacional de Policía de Japón. Pero la carga de ese incremento no fue homogénea. Entre las mujeres, la suba fue del 37,5%, cuando entre los hombres fue del 8,2 por ciento. Algunos meses fueron especialmente críticos. En octubre, por ejemplo, crecieron 88,6 por ciento.
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