EE.UU. se acuerda del problema que tiene con las armas -y el mundo mira a su primera potencia con extrañeza- cada vez que se produce una gran matanza indiscriminada, de esas que tienen entre sus víctimas a ciudadanos que ‘pasaban por ahí’. En el último mes, desde la de Atlanta (Georgia) hasta la de Indianápolis (Indiana), han sido media docena. Ocurrieron en un supermercado, en un centro de trabajo, en salones de masaje o en un barrio tranquilo de un suburbio. Esos episodios son solo la parte más visible de la lacra de la violencia con armas en EE.UU.
Desde aquella masacre de Atlanta -16 de marzo, ocho fallecidos- se han registrado 59 tiroteos múltiples, según los datos del Archivo sobre Violencia con Armas, que registra desde 2014 todos los incidentes con al menos cuatro heridos. Hasta este lunes se contabilizaron 153 de estos tiroteos.
Pero hay mucha más violencia que no entra en esos registros. Por ejemplo, la que acabó el domingo con la vida de tres personas en Manor, un suburbio de Austin (Texas). La perpetró un exdetective del Shérif del condado de Travis, al que la policía persiguió durante 20 horas antes de darle captura. O la de los cientos de personas que mueren cada día en incidentes relacionados con armas de fuego. En lo que va de año, han muerto más de 12.700 personas por este tipo de violencia. Casi seis mil son homicidios, o muertes accidentales con armas. El resto, más de siete mil, suicidios.
Más prevalente que nunca
Muchas de estas muertes pasan apenas con una mención en medios locales. Quizá por eso durante el último año, en plena pandemia, hubo una sensación falsa de que la violencia por armas de fuego había bajado de intensidad. Los episodios con tiroteos indiscriminados y múltiples muertes, los que copan los titulares, tuvieron muy poca presencia (quizá porque las restricciones vaciaron los lugares en los que se suelen producir). Sin embargo, la violencia fue más prevalente que nunca. Casi 20.000 estadounidenses murieron por disparos de otros el año pasado, más que en cualquier año de las últimos décadas. Y otros 24.000 se suicidaron con armas de fuego. El aumento de la violencia fue de la mano del crecimiento disparado de armas: el año pasado se compraron 23 millones de ellas, un aumento del 64% respecto al año anterior, según el recuento que hace ‘The Washington Post’.
La violencia ha crecido en especial en las grandes ciudades y afecta de manera desproporcionada a grupos de población como los hombres jóvenes de la minoría negra. Los jóvenes negros de entre 15 y 34 años suponen un 2% de la población, pero son el 37% de las víctimas de homicidios con armas.
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