Australia alcanzó las portadas del mundo por su éxito en el manejo de la crisis del Coronavirus. La baja tasa de mortalidad del país -sólo 104 fallecidos desde que estalló la pandemia- se explica por el hecho de que es un gran país insular con fronteras que pueden cerrarse y que está habitado por una población comparativamente pequeña que vive, en su mayoría, en ciudades de baja densidad. Pero ahora, un rebrote amenaza todo lo conseguido, y fue un episodio mínimo el que desató la crisis.
Días atrás, las autoridades australianas ordenaron el confinamiento estricto de 36 áreas en la segunda ciudad más grande de Australia, Melbourne, en un intento de detener el aumento de los casos de coronavirus, un cambio drástico a medida que se relajan las restricciones en otras partes del país.
A partir de la medianoche del miércoles se impuso la primera orden de confinamiento en un suburbio donde viven alrededor de 320.000 personas, según declaró el primer ministro del estado de Victoria, Daniel Andrews. Desde entonces, los residentes en los suburbios deben quedarse en casa por un período de cuatro semanas y sólo podrán desplazarse por motivos de trabajo, escuela, salud, ejercicio o para comprar alimentos.
Además, el gobierno del estado de Victoria pidió que todos los vuelos se desvíen a otros estados para evitar el riesgo de casos importados. “Si no tomamos estas medidas ahora terminaremos en una situación (en la que en lugar de) cerrar 10 códigos postales, cerraremos todos los códigos postales”, dijo Andrews, refiriéndose a los códigos postales que cubren los 36 suburbios. ”La gente está desesperada por que esto termine, nadie más que yo, pero no es así y fingir no nos llevará al otro lado”.
La vuelta al confinamiento es un revés devastador para el estado natal de casi un cuarto de los 25 millones de australianos, que adoptó unas de las restricciones más estrictas cuando el país estuvo bajo cuarentena por primera vez en marzo. Pero mientras que la mayoría de los demás estados australianos han informado de aumentos diarios en las infecciones por COVID-19 de cero o de un solo dígito durante semanas, el de Victoria ha experimentado aumentos de dos dígitos en cada uno de los 14 días anteriores, lo que ha llevado el total nacional a su mayor número de nuevos casos desde abril.
El Gobierno de Victoria está recibiendo ayuda del personal de defensa y de los trabajadores sanitarios, incluyendo equipos que acuden a los barrios infectados y llaman a las puertas para pedir a la gente que se haga pruebas, dijo Andrews. Se desplegó a la policía en el área, que multará a las personas que infrinjan las reglas, dijo. ”Ya hemos pasado por esto antes y ahora tenemos que volver a pasar por ello”, dijo a Reuters por teléfono Lambros Tapinos, el alcalde correspondiente a varios códigos postales afectados. “Es un impacto devastador para la gente y particularmente para los negocios locales, pero tenemos que hacerlo”, añadió.
La chispa que encendió el brote fue un mechero compartido entre varios. Así de simple. Un mechero. Es que como muchos países del mundo, cuando llegan nacionales desde el extranjero se los aloja en hoteles para controlar la cuarentena. Pero, según cuentan las autoridades, algo salió mal en uno de estos hoteles de confinamiento.
Uno de los trabajadores del hotel donde los viajeros cumplían su cuarentena quedó expuesto al virus y eso se volvió en una cadena de contagios irrefrenable. “Los trabajadores mantenían su distancia, pero al final compartieron un mechero entre ellos. Salieron a fumar y compartieron el encendedor. No es una brecha en la seguridad que se haya hecho a propósito, pero es una de esas cosas inocentes que pueden acabar transmitiendo el virus”, detalló Andrews. “Así de salvajemente infecciosa es esta enfermedad”, agregó.
El mechero fue solo un detonante, y otros elementos como los coches compartidos hicieron el resto: muchos de los trabajadores del hotel, inmigrantes con residencias en los barrios más populares de la periferia de Melbourne, tienen que hacer largos trayectos hasta el trabajo y muchos comparten transporte.
Según detalla El Confidencial, el virus llegó así a unos barrios más vulnerables al coronavirus por la dificultad del distanciamiento social y hogar de muchos trabajadores esenciales. Ahora, casi 400.000 personas están en confinamiento estricto, algo que Australia casi no había experimentado por su rápida reacción.
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