Para Darnell Gil el pasaporte no es su principal preocupación. «Estoy tratando de trabajar lo más posible para enviar dinero a mi esposo que está varado en Panamá, viviendo en las calles», dice entre lágrimas.
Gil, de 33 años, llegó a Nueva York el 16 de septiembre en un autobús que venía de Texas. Huyó de Venezuela debido a la crisis económica allí y la homofobia que enfrentaba en la vida cotidiana. Le tomó más de un mes caminar por el Tapón del Darién y varios países de Centroamérica y México, donde vio cadáveres y tuvo que enfrentar el hambre durante días.
Muchos otros venezolanos recién llegados se encuentran en una situación similar; viven día a día más preocupados por dónde van a dormir y cómo van a comer que por su estatus legal, explican migrantes y activistas. Pero pronto enfrentarán desafíos importantes en la lucha por permanecer en los Estados Unidos.
Los trámites de inmigración, los permisos de trabajo y los servicios sociales suelen requerir pasaportes y documentos nacionales de identidad. Con la Patrulla Fronteriza confiscando documentos en masa en la frontera y los consulados de Venezuela en los Estados Unidos, cerrados desde 2019, es posible que los miles de migrantes pronto se encuentren en la desesperada necesidad de conseguir documentos, pero sin forma de obtenerlos.
«Para la protección humanitaria de los solicitantes de asilo, dependes de tus credenciales internacionales», dice Niurka Meléndez, fundadora de la organización Ayuda para Inmigrantes y Venezolanos (Venezuelans and Immigrants Aid – VIA).
«Cuando se dan cuenta de que necesitan documentos de identificación nos preguntan: ¿Qué hago? Y luego nos quedamos en un círculo vicioso porque no sabemos a dónde decirles que vayan. No hay adónde ir».
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