Podía haber sido recordado como uno más de los pioneros que levantaron el fuerte de Jamestown en Virginia, la cuna de los Estados Unidos de América, pero su ambición –o quizá los deseos de venganza– llevaron a George Kendall a espiar para España y el capitán acabó en los libros de historia como la primera persona condenada a muerte en las colonias británicas de Norteamérica.
Beatriz Navarro | La Vanguardia
Desde aquella condena, dictada en 1608, alrededor de 1.390 personas han sido sentenciadas a la pena capital en Virginia. El estado sureño es el territorio de Estados Unidos que más sentencias de muerte ha dictado a lo largo de su historia. En cifras absolutas, en los tiempos modernos, es el segundo que más personas ha ejecutado después de Texas. A pesar de tan terribles precedentes, Virginia está a punto de hacer historia. Su temido corredor de la muerte tiene los días contados.
Biden es el primer presidente que llega a la Casa Blanca con planes de abolir la pena capital a nivel federal
La Cámara de Representantes y el Senado estatales han aprobado este mes la abolición de la pena de muerte. Solo falta la firma del gobernador, el demócrata Ralph Northam, para que la medida sea realidad y Virginia se convierta en el primer estado del sur de Estados Unidos en abolir el castigo capital. Northam ha sido de hecho uno de los impulsores de la reforma y planea convertirla en ley en breve.
Hasta la fecha, 22 estados del país norteamericano han abolido la pena capital, aunque todos ellos en realidad la practicaron más bien poco. La decisión de Virginia –cuya capital, Richmond, lo fue también de la antigua Confederación formada por los estados esclavistas y secesionistas– tiene por todas estas razones un enorme simbolismo y da esperanzas al movimiento abolicionista para erradicar esta figura de los ordenamientos jurídicos de la democracia moderna más antigua del mundo, la única occidental que aún la práctica.
Joe Biden es, además, el primer presidente que llega a la Casa Blanca tras haber hecho campaña por la abolición de la pena de muerte. Sus aliados progresistas le reclaman que haga realidad su promesa y apoye las propuestas a debate en el Congreso para eliminarla a nivel federal. Sería un cambio drástico con la herencia de Donald Trump, que en sus últimas semanas en el poder puso fin a un largo periodo de 17 años sin ejecuciones federales para ordenar llevar a cabo las condenas de 13 personas que estaban en el corredor de la muerte, una mujer entre ellas, la primera en 70 años.
La creciente conciencia social sobre el sesgo racista de la pena capital también ha pesado en el debate público
Desde que en 1976 el Tribunal Supremo confirmó la legalidad del castigo, más de 900 personas han sido ejecutadas en Estados Unidos, 89 de ellas en Virginia, según cifras de la Unión Americana de Derechos Civiles (ACLU). “Nadie puede estar seguro de que solo se castigara a culpables”, recalca el organismo. Más de 110 han logrado salir del corredor de la muerte porque al final se demostró que eran inocentes.
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