25 familias permanecen en situación de refugiados en diferentes zonas de la ciudad de San Cristóbal, según datos que fueron manejados por las autoridades gubernamentales de esta entidad para finales del año 2019. En el año 2014 había una data de 157 familias que quedaron sin hogar debido a las precipitaciones, deslaves o construcciones ilegales que se hicieron inhabitables con el tiempo. Muchas de estas personas se cansaron de esperar, de vivir en condiciones infrahumanas y decidieron emigrar de Venezuela, así reseñó NTN24
Pero todavía hay familias que permanecen en estos refugios, luchan contra el hambre, el frío, la falta de servicios básicos y las enfermedades; además, tienen que verse todos los días frente a frente con la pobreza extrema.
En la capital del estado fronterizo del Táchira hay al menos 4 refugios activos denominados, Alba, Unidad Vecinal, refugio de Barrio El Río y refugio de Barrio Sucre. Todos se encuentran lejos de ser dignos o aptos para el hábitat.
Ana Cárdenas, ama de casa y de 35 años de edad, es una de las mujeres que decidieron quedarse en el refugio de Barrio Sucre, una estructura que funcionó como cancha deportiva multiusos hace más de siete años. La joven madre tiene cuatro hijos y cuando recuerda la cantidad de peticiones que ha hecho al Estado venezolano para resolver su situación de vivienda se enmudece, con un nudo en la garganta deja reflejar el sentimiento más profundo de impotencia e indignación.
“No es fácil para nosotros vivir en unas carpas de plástico, según la promesa, era que nos solucionarían de tres a seis meses y aquí estamos todavía. Sobrevivimos, compartimos un solo baño, un solo inodoro, una sola ducha, somos 15 personas. Ni para la cocina porque gas no se consigue”, explicó Ana Cárdenas.
La mayoría de los refugiados reciben alimentos que ocasionalmente aportan sus propios familiares o la iglesia, pero no es de forma constante, por lo tanto, las posibilidades de acostarse sin comer o despertar sin garantía de desayunar son altas.
Vivir todos los días dentro de una carpa, en conjunto con la humedad trae consigo enfermedades en los niños, desde escabiosis hasta problemas respiratorios; los medicamentos, deben ser buscados y comprados de alguna manera por las mismas familias, sin apoyo de algún organismo de salud del Estado.
“Somos madres solteras, no tenemos un trabajo estable, nos toca solas, dentro del refugio de Barrio Sucre tenemos a 10 niños que no reciben atención de ningún tipo”, dijo Cárdenas.
Cae la noche y el frío asecha, al igual que el peligro de uno que otro gatillo alegre que se aparece y realiza disparos muy cerca del lugar; sí tienen suerte cenan, quizás una “arepa con mayonesa”. Los refugiados aseguran que no volvieron a probar algún tipo de carne, ni roja, ni blanca, tampoco saben lo que es tener en la cocina compartida un cartón de huevos.
“Se supone que deberíamos ser prioridad para la Misión Vivienda, y la verdad hemos ido a varios entes y según las órdenes de que nos entregaran vivienda no hay, para nosotros no, entregan viviendas a otros y a nosotros nos siguen diciendo que tengamos paciencia, siete años después, nos dicen lo mismo”.
Con pocas esperanzas de cambiar su realidad aún piden ayuda, no importa de donde sea, pero quieren salir de esos refugios, “los niños no desean estar más en este sitio”, dijeron, al señalar las áreas improvisadas donde duermen hacinados.
Con información de NTN24
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