Llevan bien la cuenta porque para ellos el día a día se ha convertido en un verdadero suplicio. Durante las últimas nueve semanas más de 10 mil familias, que representan unos 30 mil habitantes, de la urbanización La Esmeralda, en San Diego, no han recibido ni una sola gota de agua corriente a través de tuberías.
La trastocada rutina de Alfredo Miranda, quien vive en el sector desde hace 35 años, inicia a las 5:00 a.m., cuando sale de su casa hasta la Unidad Educativa Hipólito Cisneros con una pimpina para buscar agua. A diario decenas de personas, desde embarazadas hasta adultos de la tercera edad, acuden a ese liceo porque hay un chorro del que pueden abastecerse.
“Ya a esa hora hay unas 10 personas en cola, cada una con hasta cuatro pimpinas. Yo tengo una sola y hago 12 viajes en la mañana”, dijo. Esta situación le ha generado un desgaste físico adicional que lo hizo caer en cama durante varios días, porque padece de una hernia inguinal. “Pero no me queda otra opción, tengo que hacerlo porque vivo solo”.
Alfredo recuerda que en todo el tiempo que lleva viviendo en La Esmeralda la distribución del agua ha sido un problema recurrente, sobre todo en las partes media y alta de la urbanización. Sin embargo, explicó, durante los últimos dos años se ha agudizado hasta llegar al caos actual: ausencia total del servicio.
El año pasado algunos sectores estuvieron nueve meses sin agua, entre febrero y octubre. Esto quiere decir que en 12 meses solo fueron abastecidos en enero y las tres primeras semanas de noviembre. El resto ha sido una total sequía que se mantiene hasta la fecha ante la falta de soluciones por parte de Hidrocentro, ente al que le compete el funcionamiento del servicio.
No se trata de una sola falla, sino de un conjunto de problemas que es el origen de la escasez del líquido. Por ejemplo, los que se surten del embalse Pao-Cachinche aseguraron que existen fallas con las bombas, mientras que los que son abastecidos a través de los pozos del municipio denunciaron la falta de operatividad del pozo I y el III.
Los camiones cisterna privados cobran por cada viaje, a una sola familia, entre 35 y 40 dólares. Según testimonios de los vecinos, se niegan a venderles una misma carga a varias familias, lo que les permitiría a los afectados aminorar los gastos. Es por eso que para la mayoría esta se convirtió en una opción inalcanzable en medio de la continua pérdida del poder adquisitivo.
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