Alberto Núñez Feijóo, el candidato de la derecha, está a punto de convertirse este domingo en el nuevo presidente de España. En entrevista con SEMANA, habla de la guerra en Ucrania, el narcotráfico, Nicolás Maduro, Cuba, el futuro del petróleo y el carbón, y la migración.
SEMANA: ¿Nicolás Maduro es un dictador? ¿Cuál es la solución para Venezuela?
A.N.: No se trata de poner un calificativo. Lo verdaderamente preocupante e inaceptable es que en Venezuela el régimen de Maduro no respete los derechos humanos; que no haya libertad; que más de 7 millones de venezolanos hayan tenido que abandonar su país; que haya presos políticos y que se encarcele o se inhabilite a todos los posibles adversarios políticos, como acaba de suceder con María Corina Machado y con anterioridad con Leopoldo López, Henrique Capriles o Freddy Superlano.
La solución para Venezuela, desde mi punto de vista, pasa necesariamente porque vuelva la democracia, porque se liberen todos los presos políticos, haya libertad de prensa y de expresión, y, fundamentalmente, porque se celebren unas elecciones justas, libres, inclusivas y transparentes.
SEMANA: ¿Cómo poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania? ¿De qué lado está?
A.N.: La respuesta sobre de qué lado estoy es rotunda: estoy, y no puede ser de otra manera, del lado de quien ha sido ilegal e injustamente agredido, del lado de los ucranianos, que quieren vivir en paz y en libertad. Del lado del respeto a la legalidad internacional de la soberanía nacional y de la integridad de los Estados. Y le digo algo: el pueblo ucraniano va a encontrar todo nuestro apoyo en el ámbito militar, económico y humanitario mientras sea necesario, a la vez que mantendremos el apoyo a las sanciones a Rusia.
En este asunto no caben actitudes tibias, como las que lamentablemente ha tenido parte del Gobierno español. El rechazo a la agresión rusa tiene que ser contundente y unánime, y, por tanto, no puedo aceptar el que haya países que sean condescendientes o que apoyen directamente esta cruel invasión.
SEMANA: ¿Cree que en América Latina la derecha volverá al poder en las próximas elecciones? ¿Por qué?
A.N.: Confío en que en América Latina, que está en un proceso de transformación evidente, se vuelva a contar con dirigentes que se aparten del autoritarismo, del populismo y de posiciones radicales que no aportan nada bueno para el bienestar de sus ciudadanos y el desarrollo de sus pueblos. Tenemos infinidad de vínculos con América Latina y sería bueno para todos que prevalezcan aquellos que respetan la democracia, las libertades públicas, los derechos humanos y que trabajan día a día por una sociedad mejor. El populismo y la demagogia no han traído nunca nada bueno a América Latina ni a Europa. Viniendo de Galicia, comprenderá que soy muy sensible al asunto de la emigración.
Mi país, España, y mi región, Galicia, han sido históricamente emisores netos de emigrantes que buscaban un futuro mejor. El desarrollo económico de España ha provocado que desde los años ochenta del siglo pasado nos hayamos convertido en un país receptor de emigración y también necesitado de ella. Somos un país de acogida y queremos seguir siéndolo, tenemos lazos de hermandad con Iberoamérica, y considero que la emigración es también una manera de reforzar esos vínculos. Ahora bien, la llegada de quienes vengan, de cualquier nacionalidad, ha de ser ordenada, regular y respetando nuestras leyes, que son también leyes europeas. Solo así es posible la deseada integración.
SEMANA: ¿Cuba es una democracia, como dice la izquierda, o una dictadura? ¿Estados Unidos debe ponerles fin a las sanciones?
A.N.: Cuba, de ningún modo, es un modelo de democracia. Y no ha habido los avances en el respeto a los derechos humanos o a las libertades públicas que deberían haberse producido. Dicho eso, una cosa son las sanciones individuales que se puedan aplicar a los responsables de las violaciones de derechos humanos, que son las que nosotros apoyamos y que no tienen un impacto directo en la vida de la población, que bastante tiene con sufrir los embates del régimen, y otra cosa muy distinta son las medidas de efecto extraterritorial, cuya eficacia pudiera ser discutible y, además, le sirven al régimen para justificar una situación que el propio régimen provoca. Dicho esto, no se puede ser tibio en la defensa de los derechos humanos y la democracia.
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