En la sucesión de flagrantes violaciones a la Constitución venezolana de 1999 que empezaron (por lo menos) con la postulación a la presidencia de Nicolás Maduro en marzo de 2013, este ha dado dos golpes de Estado muy claros. Uno cuando decidió bloquear la Asamblea Nacional de mayoría opositora elegida democráticamente en diciembre de 2015. El otro, el pasado jueves 7 de octubre, cuando le impuso al resto del chavismo su Ley Antibloqueo como coartada para sepultar el proyecto socialista de Hugo Chávez.
Pedro Benítez –ALnavío-
No es que el poder de Nicolás Maduro dentro de Venezuela no sea pleno y absoluto desde hace bastante tiempo, pero parece que el sector más ideologizado del chavismo lo está descubriendo en carne propia.
El giro pragmático que Maduro está dando hacia un modelo económico Frankenstein, por medio de su Ley Antibloqueo, ha desatado una ola de críticas dentro de un sector del chavismo que hasta ahora había sido incondicional, o que al menos criticaba en voz baja. ¿Fue la gota que derramó el vaso o sólo una crisis pasajera?
Con el pretexto de enfrentar “el bloqueo americano”, el pasado 9 de octubre Maduro hizo que su Constituyente, sin debate, por aclamación y en cuestión de minutos, aprobara la Ley Antibloqueo.
Con ella acelera el paso en su propósito de desmontar el proyecto socialista que su antecesor le impuso al país. Recordemos que el expresidente Hugo Chávez, por medio de referéndum constitucional, consultó a los electores en 2007 sobre su proyecto de instaurar un Estado socialista y lo perdió.
Sin embargo, contrariando la voluntad del pueblo, Chávez impuso su proyecto por medio de leyes que violaban expresamente la Constitución. El 8 de diciembre de 2012 ungió a Maduro como su heredero y sucesor con el mandato expreso de guardar ese legado.
Algo que Maduro se dedicó fielmente a preservar con el apoyo de teóricos marxistas como los economistas Alfredo Serrano Mancilla, Luis Salas y Pascualina Curcio, quienes, entre otros aportes a la teoría económica, llegaron a decir (aún sostienen esa tesis) que la emisión de dinero inorgánico no provocaría inflación.
Entre 2013 y 2017 este grupo de extrema izquierda asesoró a Maduro formulando, o apoyando, políticas que terminaron por llevar a Venezuela a ser el primer exportador importante de petróleo del mundo en caer en hiperinflación. Gente que justificó el control de cambios, un ridículo subsidio a la gasolina, la ley de precios y ganancias justas, una inaplicable ley del trabajo, las expropiaciones arbitrarias y sin compensación económica, la persecución contra modestos comerciantes y los 32 decretos de aumentos de sueldo financiados con papel moneda sin valor.
Un cóctel mortal que destruyó (antes de las sanciones estadounidenses) el 60% del PIB venezolano, pulverizó el salario real de la población, provocó un desabastecimiento generalizado de alimentos y medicinas, el colapso de los servicios de agua potable y electricidad, la migración de millones de venezolanos a otros países y, finalmente, la debacle de la industria petrolera. La gallina de los huevos de oro de la revolución.
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