En política (como en la vida) se hace lo que se puede, no lo que se quiere. Se llama aceptar la realidad tal cual es y de allí intentar cambiarla. Es la lógica de la propuesta que Juan Guaidó, el presidente del Parlamento venezolano, reconocido como presidente interino del país por 55 países, ha presentado públicamente. Una solución salomónica.
Por Pedro Benítez / ALnavío
Un relato bíblico del Primer Libro de los Reyes, narra la historia de dos mujeres que disputaban la maternidad de un niño. El hijo de una de ellas había muerto y las dos reclamaban al que estaba vivo. Para dilucidar el asunto se presentaron ante el sabio rey Salomón, quien optó por pedir una espada para partir al niño por la mitad y dárselo a cada una en partes iguales. Ante tal determinación una le rogó al rey que no lo hiciera y se lo entregara con vida a su rival. Mientras que a la otra le pareció justa la decisión.
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A lo que Salomón respondió: “Entregad a aquélla el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre”. Así, por medio de ese ardid el sabio rey pudo establecer quién era la verdadera madre.
La historia ha demostrado una y otra vez que las dictaduras son más frágiles de lo que aparentan y caen porque se fracturan por dentro. La de Maduro tarde o temprano va a colapsar, pero no se puede saber cuándo. Lo que intenta Guaidó (contrario a lo que afirman sus críticos desde la acera opositora) es acelerar el proceso por medio de una negociación con el chavismo. Y con su propuesta busca evidenciar que el obstáculo a esa negociación no es otro que Nicolás Maduro.
Esa narración es el origen de lo que se ha dado en llamar una “solución salomónica”, que no busca dejar contentas por igual a las partes, sino que intenta impartir justicia ante una disputa de manera práctica.
Esa parece ser la lógica a la que está apelando Juan Guaidó para destrancar el empate catastrófico en el que ha caído la política venezolana. Ni él ha podido desalojar a Nicolás Maduro del poder, ni tampoco este ha podido sacarlo del terreno.
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Luego de nueve meses de lucha, Maduro sigue contando con la lealtad de la Fuerza Armada Nacional (FAN), con el control de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), y las tenebrosas policías políticas, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) y la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM). Es decir, con el principal poder de fuego dentro del país.
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