«Ya son casi 9 meses», lleva la cuenta Omar González, una de las seis personas refugiadas en la Embajada de Argentina en Caracas, en entrevista con DW.
El 20 de marzo pasado, en plena campaña electoral, el régimen de Nicolás Maduro acusó por terrorismo, conspiración y traición a la patria a los seis principales integrantes del equipo proselitista de la candidata opositora María Corina Machado.
Los denunciados consiguieron asilo en la Embajada argentina, pero luego Caracas ordenó expulsar a los diplomáticos argentinos y les impidió a los asilados marcharse rumbo a Argentina.
«Estamos bajo un fuerte asedio, rodeados por la policía de Maduro las 24 horas del día, con la interrupción del servicio eléctrico, sin permiso para el ingreso de agua potable, sin servicio de agua, y con la comida en algunos momentos absolutamente restringida», detalla González desde su involuntario encierro, sobre la situación que atraviesan hoy.
«Es un terrorismo psicológico», asegura el político y escritor antichavista sobre las prácticas del régimen que los mantiene aislados.
«Somos prisioneros, y a la vez, somos rehenes, porque no sabemos por qué nos van a cambiar», analiza el también profesor de 75 años de edad, devenido una suerte de vocero del grupo en su contacto con el exterior.
«Obviamente, hay un daño emocional y mental», sostiene, «pero estamos utilizando el método del estoicismo griego, de pensar un día a la vez», comparte con su tono pausado, y sin perder la esperanza.
Futuro incierto
El caso viene concitando la atención internacional. «Observamos el intento de transformar a la Embajada argentina en una cárcel más del régimen venezolano», alertaron este lunes 2 de diciembre los expresidentes de América Latina y España nucleados en la Iniciativa Democrática de España y las Américas, «lo que atenta gravemente contra las bases del derecho internacional y humanitario.»
Al mismo tiempo, denunciaron que al grupo de opositores políticos se les está propinando un «trato inhumano y degradante».
El hecho «significa una violación a los derechos humanos de los seis asilados que, en realidad, son prisioneros en un «limbo», que están en condiciones precarias, sufren acosos de agentes armados al servicio del Estado, y una amenaza psicológica de que en cualquier momento pueden entrar a llevárselos», evalúa, por su parte, Omar Lugo, periodista venezolano con amplia experiencia en la región, consultado por DW.
Complejidad extrema
Efectivamente, el caso tiene implicancias de diferente tipo: políticas, diplomáticas, de derechos humanos, así como relativas al derecho internacional.
«Hay una violación de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, ya que el comportamiento del Gobierno de Venezuela claramente infringe el artículo 22, respecto a la inviolabilidad de los «locales de la misión diplomática», puntualiza, en tanto, el licenciado en relaciones internacionales argentino Agustín Real, en diálogo con DW.
«Es un juego de tres planos», analiza el también profesor titular de Políticas Exteriores Latinoamericanas, Sistemas Políticos Comparados Latinoamericanos y Políticas Públicas de la Universidad del Salvador.
«En el plano discursivo, cada contendiente habla solo para sus propios partidarios, intentando reforzar sus posiciones a través de monólogos autoafirmativos», analiza el experto con relación al accionar de los presidentes involucrados, el argentino, Javier Milei, y el venezolano, Nicolás Maduro.
Por otro lado, «puede observarse el tablero geopolítico internacional: Venezuela es petróleo, OPEP, energía y, por tanto, su control es codiciado por las grandes potencias», explica. «En ese marco, la administración Milei hace las veces de procónsul regional, siendo funcional a intereses que no le son propios», indica.
«En un tercer plano, la degradación en las prácticas diplomáticas, conlleva a aumentar el grado de anomia en la región», lamenta, aludiendo a la dificultad para llamar las cosas por su nombre.
«Es una confrontación que a Maduro le permite alimentar su tesis del enemigo externo y de sus «lacayos fascistas» en Venezuela, apunta, por su parte, Omar Lugo, desde Caracas.
«La situación es crítica, está estancada y su solución depende de negociaciones políticas de alto nivel que no aparecen ahora en el horizonte», agrega el periodista, abriendo el interrogante sobre el futuro.
Vías de salida
Así las cosas, ¿qué modos de resolución permiten vislumbrarse?
«Una opción, y solución para los asilados, sería que les dieran los salvoconductos y los dejaran salir a Argentina, llevados en una caravana de auto en una operación organizada por Itamaraty», puntualiza Lugo, destacando el rol de Brasil en el conflicto, al referirse a su edificio de cancillería.
«Siempre han dado resultado los mecanismos de solución pacífica de controversias integrados por los países de la región», afirma, asimismo, el profesor Real. «Y el rol del papa, como pacifista y latinoamericano también puede ser crucial», apunta.
«Dos países altamente complementarios, con raíces comunes, con necesidades similares e intereses compartidos no pueden darse el lujo de «abandonarse mutuamente» por despechos de sus líderes», asegura crítico el experto.
Para los seis asilados, cada día cuenta: «Somos gente decente, obviamente aquí no hay delito alguno», refuerza Omar González. «Lo que procede es nuestra inmediata liberación», clama.
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