El director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB considera que quienes adversan a Nicolás Maduro deben volver a conectarse con la gente en la calle, pero para ello necesitan reorganizarse. Ante el anuncio hecho por Juan Guaidó de la “continuidad constitucional” de la Asamblea Nacional elegida en 2015, el profesor Benigno Alarcón plantea que a lo interno es más importante enfocarse en recuperar el liderazgo y no en cargos como la Presidencia interina, que al final del día no resuelven los problemas de la población y pueden resultar contraproducentes porque la gente hará demandas que no son posibles de cumplir.
Vanessa García – La Gran Aldea
Que la oposición sea capaz de canalizar el descontento y rechazo hacia el régimen de Nicolás Maduro, dependerá de lo que haga a partir de ahora que ya se realizaron las cuestionadas elecciones parlamentarias del 6 de diciembre y del éxito de la consulta popular. Así lo considera Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Para el profesor universitario, abogado, con Maestría en Gerencia Pública en la Universidad de Maryland (EE.UU.), casi 70% de abstención en los comicios reflejan que el llamado hecho por quienes adversan a Maduro funcionó o al menos coincidió con el comportamiento de la gente. No obstante, señala que la oposición está obligada a reorganizarse, a entender que ahora no se lidera desde el Palacio Federal Legislativo ni otra instancia, sino desde la calle. “Importa más es el liderazgo que los cargos como la presidencia interina o como presidente de la Asamblea Nacional. Aquí lo que más importa en estos momentos es el tema del liderazgo”, expresó.
“La gente quiere votar, ama votar y mayoritariamente, 80% del país quiere votar. El problema básicamente es que la gente ha madurado políticamente y no quiere votar y que se burlen de su voto”
-¿Cómo interpretar los resultados del 6 de diciembre?
-La participación en las dos últimas elecciones parlamentarias anduvo en el orden de 70%, 67% – 68% en 2010, y 74% creo que fue en 2015, eso es justamente lo que se transformó en abstención en este momento. Obviamente, las elecciones como acto de legitimación de una Asamblea dejan mucho que desear porque lo que normalmente había sido una participación alta, inclusive siendo unas legislativas que siempre son menos atractivas que una presidencial; en este momento básicamente la participación se transformó en abstención. A los fines de legitimar el Poder Legislativo, es una elección tremendamente débil.
-Usted señaló en su Twitter hace unos días que una cosa era postergar el proceso para que el chavismo votara y otra para reducir la abstención porque duele. Dadas las declaraciones posteriores de voceros del oficialismo, ¿realmente le duele la abstención al régimen de Nicolás Maduro?
-Sin lugar a dudas sí le duele porque además esa abstención se convirtió básicamente en un millón y medio de votos menos para ellos mismos; lo que quiere decir que no solamente estos partidos, que de alguna manera se colocan por decirlo así en el lugar de la oposición tradicional y tratan de reemplazarla, fracasan en ese intento al tener 6 millones de votos menos sino que en relación a la elección de 2010 y de 2015, donde la participación de los electores del Gobierno anduvo en el orden de los 5 millones y medio aproximadamente en los dos eventos, se reduce a lo que acabamos de ver. Básicamente, perdió un millón, un millón y medio de votos.
-¿De qué le servirá al Gobierno de Nicolás Maduro tener la Asamblea Nacional si el proceso no es reconocido por varios países?
-Yo creo que el Gobierno tenía varias prioridades, la única no era ganar legitimidad. La principal prioridad era sacar a una oposición que le molesta y que se ha convertido en problemática, que prefiere no tenerla al lado controlando el Poder Legislativo… No niego que le hubiera encantado legitimar la elección y por eso trató de que Henrique Capriles compitiera, que la Unión Europea viniera al proceso electoral. Lo segundo era tratar de sustituir a la oposición por una oposición nueva con la cual se pudiera entender, conversar, negociar y tratar de neutralizar a esta oposición, entre otras cosas, para de alguna manera quitar la posibilidad de que se siguiera reconociendo un Gobierno interino y un presidente en paralelo a la presidencia de Nicolás Maduro. Al Gobierno se le brindó la oportunidad de tener una elección que todos reconocieran, pero una elección que todos reconocieran y que hubiera perdido no le servía, entonces decidió priorizar básicamente las cosas que le resultaban más importantes y una de ellas era evidentemente el tema de desplazar a la oposición de allí.
“La gente quiere votar y elegir, quiere estar segura que su voto lo van a contar, (…) No es un tema de que el voto ha perdido valor. No. Lo que ha perdido valor es el Consejo Nacional Electoral”
-¿La oposición representada en el G4 (Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo) puede o debe atribuirse una victoria porque hubo una alta abstención el 6 de diciembre?
-Yo lo vería de esta manera: Hay que recordar que esa oposición, el G4, llamó a la abstención, por lo tanto, ellos podrían decir que ganaron esta pelea al haber generado una abstención tan basta como la que se generó. Algunos podrían decir que eso no fue por la oposición, está bien, podría ser así, pero también podría ser que mucha gente atendió el llamado de la oposición. Eso no creo que se haya contabilizado, por lo menos yo no lo conozco, para decir quiénes lo hicieron por una razón y no por otra. Eso podría medirse en una encuesta, nosotros no lo hemos hecho, pero el llamado a abstenerse dio resultado, funcionó o por lo menos coincidió con el comportamiento de la gente. Ahora, en este momento está en proceso una consulta que va a dar algunas luces, obviamente si la tecnología funciona, si la gente es capaz de participar, si la información le llega a la gente que está dispuesta a seguir apoyando a la oposición.
-¿Cómo cree que será esa participación en la consulta popular?
-La Consulta en principio debería dar una idea, aunque una encuesta también lo puede hacer, de cuántas personas continúan apoyando a esa oposición. La impresión que tengo de las encuestas y los últimos procesos electorales es que ese apoyo no debería bajar de 30% – 35%. Estamos hablando de 30% – 35% del total del país, no estamos hablando de 30% de los que participaron en la última elección. Y el Gobierno lo que obtuvo en esta elección, cuando lo llevas a términos absolutos, ese 68% que consiguió, al final del día anda más o menos en 17% – 18% de apoyo. Tú tienes 20 millones de electores y votaron más de 4 millones 200 mil, más o menos 20% de los electores… Hay que recordar que quienes están afuera pueden participar en la consulta, mientras que en una elección solamente participan los que están adentro (en el país) y cuando se hace una encuesta lo único que se mide es quienes están adentro. Sabemos que de los 5 millones que se fueron debe haber más o menos 2 millones de electores y 80% de la gente que se fue es opositora. Entonces, debería haber algo más que eso. Eso es más o menos lo que los números deberían dar.
“La oposición lo que sí está es obligada a reorganizarse, a volver a reconectar con la calle, a entender que ahora no se lidera desde el Palacio Legislativo ni desde otra instancia de esta naturaleza”
-¿La oposición es capaz de canalizar el rechazo que hay actualmente en contra de Nicolás Maduro, a pesar de las críticas, las divisiones internas y el descontento de la gente por no alcanzar los objetivos que fueron planteados?
-Depende de lo que haga a partir de ahora. La oposición puede perder parte de ese apoyo o lo puede volver a ganar, retomarlo. La realidad del asunto y ahí sí me baso en las últimas encuestas nuestras que no son recientes, son de junio, pero he visto otras más recientes que señalan que la cosa está más o menos igual, es que Guaidó ha seguido teniendo la primera opción de liderar la oposición y tiene una ventaja importante sobre los otros liderazgos de oposición; evidentemente, eso no es eterno, va a depender mucho de lo que se haga ahora, del éxito de la Consulta, de lo que la comunidad internacional diga que va a hacer a partir de enero o a partir de la finalización de todo este proceso de elección y consulta. Guaidó podría tener la posibilidad de continuar liderando o se abrirá o debería abrirse un debate dentro de la oposición mayoritaria tradicional que de alguna manera se decida quién lidera, ¿cómo se legitima ese liderazgo?, ¿cómo se toman las decisiones entre los partidos de oposición?, ¿quiénes son los principales actores sentados en la mesa para tomar esas decisiones? Creo que eso toca discutirlo seriamente porque, al final del día, la oposición lo que sí está es obligada a reorganizarse, a volver a reconectar con la calle, a entender que ahora no se lidera desde el Palacio Legislativo ni desde otra instancia de esta naturaleza, sino que se lidera básicamente desde la calle y eso implica básicamente reacomodo y reorganización de todo.
-¿Es factible o sostenible en el tiempo la continuidad constitucional planteada por Juan Guaidó el pasado 6 de diciembre?
-La continuidad básicamente tiene que ver mucho con una decisión política que cada país tome, y habrá países que se sentirán cómodos diciendo que continúan reconociendo a un Presidente interino y a una Asamblea elegida en el 2015 y habrá otros que no lo considerarán así. Obviamente, ese es un tema que es muy escabroso para llegar a una conclusión definitiva. Primero, porque la Constitución nunca previó un escenario de esta naturaleza y lo que nosotros tenemos básicamente son opiniones e interpretaciones de la Constitución, pero no hay ningún artículo que diga “en caso de” y se desarrolle todo el tema de la continuidad. Eso no existe en la Constitución así que tenemos son interpretaciones, que es válido dentro del derecho, pero interpretaciones que pueden ser debatidas en un momento dado. Por el otro lado, tienes una comunidad internacional que tiene los mismos dilemas “en base a qué seguimos reconociendo, por qué seguimos reconociendo”. Lo que sí seguro va a pasar es que el mundo democrático, por decirlo así, no va a reconocer la elección parlamentaria, no va a reconocer a la nueva Asamblea, igual que no reconoció la elección presidencial del 2018. Eso es una realidad, lo cual no obliga a los países que desconocen a reconocer a alguien más; podrían de alguna manera considerar que hay un vacío institucional y que no hay presidente y no hay Asamblea. Esa posición a mí no me extrañaría que la asumieran algunos países. Otros dirán: “No reconocemos lo nuevo, por lo tanto, seguimos reconociendo lo anterior, la Asamblea y la Presidencia interina porque no reconocemos lo otro”. También lo van a asumir algunos países. Honestamente, no tengo idea de cuántos ni bajo qué condiciones lo van a hacer. Después habrá otros, los países aliados de Maduro, los que sin ser aliados prefieren mantener buenas relaciones con el gobierno de Maduro, que terminan de alguna manera reconociendo a Maduro, a la Asamblea y a todo lo que está allí. A mí, a lo interno, me preocupa poco para ser franco. Creo que a lo interno no tiene ningún valor político real el que sea o no sea Asamblea en continuidad o que sea o no sea Presidente interino. La gente cuando le hablan de presidente quiere un individuo que esté en Miraflores y le resuelva los problemas, no quiere un individuo que diga que lo es, pero que al mismo tiempo se vea obligado a reconocer que tiene limitaciones y que no puede resolver los problemas de la gente. Aquí lo que importa más es el liderazgo que los cargos como la Presidencia interina o como presidente de la Asamblea. Aquí lo que más importa en estos momentos es el tema del liderazgo. Yo sí creo que hay algo que la oposición debe rescatar es su liderazgo y eso implica dinámicas distintas a la de constituir una burocracia con unos símbolos y unas denominaciones que al final del día no pueden hacer mucho para resolverle los problemas a la gente. Creo que, al contrario, en un momento dado puede ser hasta contraproducente porque la gente puede demandarte cosas que tú no estás en capacidad de hacer.
-¿Cómo queda la imagen del voto en Venezuela?, ¿perdió valor para la gente y por eso decide no votar?
-La gente quiere votar, ama votar y mayoritariamente, 80% del país quiere votar. El problema básicamente es que la gente ha madurado políticamente y no quiere votar y que se burlen de su voto, la gente no quiere votar y no elegir. La gente quiere votar y elegir, quiere estar segura que su voto lo van a contar, la gente no quiere que se burlen de ella. No es un tema de que el voto ha perdido valor. No. Lo que ha perdido valor es el Consejo Nacional Electoral, lo que ha perdido valor es el sistema electoral venezolano, lo que ha perdido valor es la confiabilidad en el sistema electoral, pero no el voto. La gente quiere votar y aunque piense que el CNE no es justo, no es imparcial, que el sistema electoral se presta a fraude, yo soy de los que cree que si la oposición en un momento determinado decide, porque logra organizarse lo suficientemente bien, porque logra entender los riesgos de una dinámica electoral en un momento determinado, digamos el año que viene y decide atravesar ese campo minado que es ir a una elección, yo la impresión que tengo es que la gente le acompañaría en ese proceso si le hablas con la verdad… Yo me niego a creer y honestamente los estudios nuestros no nos dicen eso, nos dicen lo contrario de que el voto esté perdiendo valor en Venezuela. Lo que pasa es que la gente básicamente se ha vuelto mucho más selectiva. La gente va a las cosas que cree que tienen utilidad y sencillamente no va a aquellas que definitivamente cree que no lo tiene.
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