Las principales vías de la ciudad no están adaptadas para el tránsito de bicicletas, convirtiendo a los ciclistas urbanos en un inminente foco de accidentes de tránsito.
En los últimos meses de cuarentena la crisis de gasolina se ha agudizado en la región. Con los tanques vacíos y los carros estacionados, los valencianos desempolvaron sus viejas bicicletas para poder movilizarse.
José Valero se ganaba la vida como taxista, pero hace un mes que no surte combustible a su vehículo. Había tomado la firme decisión de evitarse difíciles horas de amargura e incertidumbre a la espera de una gandola de gasolina. “Definitivamente no quería pasar mis días y noches haciendo una cola”.
Para Valero dejar el carro aparcado significaba dos cosas fatales: se había quedado sin trabajo y sin medio de transporte en plena pandemia. Entonces se acordó de la bicicleta que un primo dejó cuando se fue del país y ahora pedalea por la ciudad haciendo entregas.
Las bicicletas no sólo se han convertido en una salvación para quienes no tienen vehículo, sino para las personas que se rehúsan a ser parte de las inevitables aglomeraciones en el transporte público.
Desde hace seis meses Carmen Larrovere se ha tomado en serio las medidas para evitar contagios con COVID-19. Ahora su compañera de dos ruedas la lleva a todas partes, incluso para realizar diligencias fuera del municipio. “Como no hay ciclovías, me desplazo por las calles de servicio con cuidado”.
Precios por las nubes
Ante la demanda de bicicletas, las tiendas y reparaciones han proliferado. Miguel Rojas trabaja en un taller que abrió hace cuatro meses y aseguró que los clientes por venta y mantenimiento han incrementado casi en un 60 por ciento debido a la escasez de combustible. “Uno puede generar ingresos diarios de hasta $30”.
Antony Pereira también es mecánico. Su taller automovilístico se ha llenado de bicicletas en las últimas semanas y tuvo que arrastrar al fondo los vehículos a motor que tiene paralizados. “Ahorita es mejor reparar bicis porque el mantenimiento y los repuestos son más baratos”.
Paradójicamente una bicicleta de buena calidad puede costar más que una moto. Los precios oscilan los $600 y $1.200, según la marca, mientras que el costo de las gamas bajas rondan los $250. “Un caucho de alto aguante cuesta hasta 30 dólares, pero uno chino puede costar seis”, explicó Pereira.
Inclusión ciclista
El mayor problema para los ciclistas que ahora abundan en las calles, es que las principales vías de Carabobo jamás fueron diseñadas para el tránsito de bicicletas. Al no tener canales especiales, el riesgo de colisión es inminente.
No tener dónde dejar sus vehículos bioamigables mientras hacen las compras, es otra de las dificultades que deben afrontar. Sólo algunos centros comerciales de la región han tomado la iniciativa de incluir estacionamientos seguros para velocípedos.
El movimiento social Ciclistas Urbanos de Carabobo ha trabajado por la inclusión de la bicicleta como medio de transporte. Algunas de sus demandas incluyen la creación de ciclovías que conecten el norte con el sur de Valencia: desde Plaza de Toros hasta la avenida Bolívar Norte.
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