La posibilidad de que Rusia envíe fuerzas policiales para estabilizar la situación en la vecina Bielorrusia no ha influido en los ánimos de protesta de sus habitantes, que insisten en su propósito de que el presidente, Alexandr Lukashenko, abandone cuanto antes el poder.
«Creo que es algo bastante real. Los rusos pueden hacerlo, sí. Pero de momento prefiero mantener una postura neutra y ya veremos qué pasa», comentó este viernes a Efe Marat, un estudiante, en la Avenida de la Independencia de Minsk, lugar habitual de las manifestaciones antigubernamentales de las últimas semanas.
A su vez, Ekaterina, una científica de 27 años que participaba en una protesta de miembros de su gremio en el centro de Minsk, confió en que el presidente ruso, Vladímir Putin, «será lo suficientemente sensato» para no apoyar a Lukashenko con fuerzas policiales.
«Hay que aspirar a que todo sea pacífico. Los rusos son nuestros hermanos, al fin y al cabo, siempre hemos estado juntos», asegura.
El presidente ruso hizo este jueves realidad los peores temores de la oposición bielorrusa y de Occidente, al asegurar que Rusia estaría dispuesta a intervenir en la antigua república soviética con fuerzas policiales si la situación lo exige.
El jefe del Kremlin, que hasta ahora no se había expresado sobre los sucesos en la vecina Bielorrusia, afirmó en una entrevista que Lukashenko le había pedido formar un «contingente (reserva) de miembros de las fuerzas del orden».
«Y lo hice. Pero acordamos también que éste no será utilizado mientras la situación no se descontrole», dijo.
Ante el aluvión de reacciones causadas por este anuncio, el Kremlin precisó este viernes que Rusia parte de que «no habrá que emplear» el contingente de las fuerzas policiales para estabilizar la situación en Bielorrusia.
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«Partimos de que la situación extrema descrita por el presidente (Putin) no llegará a darse en Bielorrusia (…) Es muy importante recordar que se trata de un contingente de reserva», aseguró el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov.
Las declaraciones sobre una posible intervención rusa en Bielorrusia se producen en un momento cuando la relación entre ambas repúblicas eslavas, unidas por múltiples lazos culturales e históricos, no pasa por sus mejores momentos.
La disminución de las simpatías hacia Rusia quedó reflejada, en particular, en una encuesta sobre el futuro del acercamiento entre Rusia y Bielorrusia, que desde hace más de 20 años integran juntos una «Unión Estatal», llamada también «la URSS en miniatura».
A lo largo de 2019, el porcentaje de los partidarios de la «unión» con Rusia se redujo de un 60% hasta un 40%, según un sondeo realizado por el Estudio de Análisis de Bielorrusia.
Al mismo tiempo, de acuerdo a algunos expertos, la declaración de Putin sobre una eventual entrada de las fuerzas rusas en Bielorrusia para pacificar la situación busca, en primer lugar, lanzar un mensaje a Occidente.
«La amenaza por el momento es hipotética. El Kremlin no está interesado en arropar sin ambages a Lukashenko. Está claro que ha perdido la legitimidad y su continuidad es una gran pregunta, incluso si se logra reprimir las protestas», dijo a Efe Katerina Shmarina, experta del Centro de Estudios Estratégicos de Bielorrusia.
Consideró que el anuncio del Kremlin pretende más bien crear una ilusión de amenaza rusa para disuadir a Occidente y evitar que interfiera en los asuntos de Bielorrusia.
El analista bielorruso Artióm Shraibman también llamó a no sacar conclusiones precipitadas del anuncio ruso y seguir el desarrollo de los acontecimientos.
Shraibman indicó que solo las palabras de Putin a duras penas son capaces de afectar la relación bilateral, pero una intervención eventual sí llevaría a «un drástico deterioro».
En las calles de Minsk también se puede encontrar a personas que no se oponen a una posible intervención rusa.
Una de ellas es Elena, de 45 años, quien dice a Efe que, ante el carácter impredecible de la crisis política que vive Bielorrusia, «hay que hacer algo para salvar el país».
«Si Lukashenko no se las puede arreglar solo, que le ayude Putin entonces», opinó.
Tras recibir el apoyo de Moscú, el presidente bielorruso ha endurecido su discurso y se muestra más seguro de poder controlar la situación en el país.
«La bacanal se acaba», afirmó hoy Lukashenko al visitar una fábrica en el noroeste del país, en alusión las protestas que sacuden el país desde hace casi tres semanas.
Aseguró que Minsk no teme a las sanciones occidentales, a las que ya ha estado sometido.
«Sobrevivimos. Sobreviviremos también ahora. En el mundo no falta la buena gente. Por eso no hace falta intimidarnos», subrayó el presidente bielorruso.
Sin embargo, la oposición no cede un ápice en su pulso con el hombre que gobierna con mano de hierro el país desde hace 26 años y promete un nuevo fin de semana de protestas y manifestaciones pacíficas en todo el país.
Sus demandas no han cambiado: nuevas elecciones presidenciales y castigos a los responsables de la represión policial que ha dejado seis muertos, según la oposición, centenares de heridos y en torno a 7.000 detenidos, muchos de los cuales fueron sometidos a torturas y maltratos en los lugares de detención.
EFE
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