Canaima a tan solo 23 kilómetros del famoso Salto Ángel, la caída más grande agua, trajo a sus tierras la peor enfermedad de todas: la extracción de oro. Dejando tras de sí, la contaminación con mercurio de las aguas, fauna y de su población, mayoritariamente indígena. Asimismo, deja a su paso la deforestación de la selva y sedimentación del río Carrao.
Alrededor de Canaima se pueden observar al menos una veintena de balsas mineras y un yacimiento de oro a cielo abierto a donde acuden cientos de indígenas a trabajar.
Declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad, Canaima, está en «alerta naranja» como consecuencia de extractivismo y su acción devastadora en el ambiente de sus trabajadores. Los yacimientos son controlados por sus habitantes originarios: los pemones, que empujados por la caída del turismo se han dedicado a la minería ilegal para poder sobrevivir. reseñó Caraota digital.
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El oro extraído sale a bordo de avionetas turísticas, cuyo propietario es un empresario local a quien el Ministerio Público venezolano acusó como miembro de una red de contrabandistas que traslada el mineral de Venezuela hasta las islas del Caribe.
Asimismo, este sujeto también está relacionado con un a posada de lujo dentro del Parque Nacional, en donde, según los pemones, se fraguó el ataque armado ordenado por Nicolás Maduro el 8 de diciembre de 2018 «para acabar con la minería», hecho que dejó a los habitantes de la zona marcados para siempre.
Cabe destacar, que la contaminación y sedimentación del río Carrao, un afluente del también contaminado río Caroní que desemboca en el Embalse de Guri, se genera el 85% de la electricidad del país que atraviesa por una grave crisis energética.
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