El economista Asdrúbal Oliveros cree que la vida útil del nuevo billete de más alta denominación dependerá “de los números de la inflación”.
Venezuela estrena un flamante billete. Marca un millón de bolívares en su anverso pero, en el reverso, los venezolanos se preguntan qué se compra con él. Se responden con contundencia: apenas nada. Parece abocado a pagar el pan o los billetes de autobús antes de caer en los cuadernos de coleccionistas.
“Con un millón, aquí, en Venezuela, no se compra nada, ni un caramelo”, explica, no sin cierta frustración, Francelys Orellana, una ama de casa caraqueña que ni se molesta en calcular que ese billete se puede cambiar por unos 50 centavos de dólar.
La harina de maíz, básica en la dieta venezolana, pues con ella se hacen las arepas, “está casi en dos millones”. Así que Orellana se pregunta en tono de molestia “¿qué va a hacer un billete de un millón?”
Ocho ceros amputados
Solo habían pasado unos minutos desde que el Banco Central de Venezuela (BCV) anunció la nueva emisión, cuando los usuarios de las redes sociales estallaron en ironía al recordar que al bolívar ya la han borrado ocho ceros en dos reconversiones monetarias.
En realidad, el bolívar lo enterró la inflación en 2008. Cuando todavía no estaba del todo desbocada, con una reconversión que eliminó tres ceros a la moneda y alumbró el bolívar fuerte. Este fue poco más que una ilusión. La hiperinflación terminó con él una década después.
En 2018, y ya con Nicolás Maduro como presidente, una nueva reconversión alumbró al actual bolívar soberano tras eliminarle otros cinco ceros.
Por eso, el nuevo billete fue recibido con comentarios mordaces en las redes. Oficialmente es de un millón. Pero, para los venezolanos que, escépticos, no olvidan los otros ocho ceros, es en realidad un billete de 100 billones de los bolívares sin apellidos.
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