En edificios y urbanizaciones los vecinos han empezado a vender alimentos perecederos, comidas preparadas, artículos de higiene personal, licores, perfumes y hasta repuestos de carros, que ofrecen por grupos y estados de Whatsapp. Esta economía de supervivencia, en crecimiento primero por la hiperinflación y luego por el aumento de la dolarización transaccional, explotó a partir de marzo por la cuarentena, que ha hecho que mermen los ingresos de muchos venezolanos.
Carlos Seijas Meneses | Tal Cual
Los duros tiempos de confinamiento por la pandemia, que han profundizado la crisis económica que atraviesa Venezuela, convirtieron residencias y comunidades en improvisados centros comerciales, y los grupos de Whatsapp en los nuevos espacios para los avisos clasificados.
Desde alimentos perecederos hasta comidas preparadas, artículos de higiene personal, licores, perfumes y hasta repuestos de carros entran en la amplia gama de bienes que los venezolanos han empezado a vender desde sus casas para tratar de sobrevivir no solo a la hiperinflación -que desde enero hasta agosto de 2020 llegó a 1.079,67% según el Parlamento-, sino a los efectos que han tenido el coronavirus y el encierro sobre sus ingresos.
Por las escaleras y ascensores suben y bajan personas llevando o buscando los productos que vendieron o compraron. Los vendedores aceptan transferencias bancarias, preferiblemente de la misma institución financiera, pago móvil, divisas e incluso algunos hasta tienen punto de venta.
Esta es la economía de supervivencia. Luego de varios años gestándose como resultado de la inflación -que a partir de noviembre de 2017 pasó a ser hiperinflación- y de acelerarse en 2019 con el crecimiento de la dolarización transaccional, esta modalidad de la economía informal desde casa terminó de explotar en 2020 debido a la covid-19 y a la cuarentena que impuso el gobierno de Nicolás Maduro.
Canaima’s Mall
En un conjunto residencial en Gato Negro, Catia, una zona popular al oeste de Caracas, crearon un grupo especial para que la mayoría de los 140 apartamentos que hay en total en los dos edificios pudiera ofrecer y promocionar bienes y servicios.
En un solo día, el grupo se llena de información e imágenes de queso duro, mortadela de res y de pollo, margarita, harina de maíz precocida, aguacates, aceite, condimentos, chucherías, papel higiénico en paquetes o individual, pasta dental, afeitadoras, jabón de baño de distintos sabores, perfumes, bolsos para el mercado, tapabocas, refrescos, cervezas, cigarros, bebidas en polvo, matacucarachas, planchas para el cabello y hasta lubricantes para vehículos, que cuestan tres y cuatro dólares el litro, dependiendo de la marca y de la presentación.
Este centro comercial, bautizado como «Canaima’s Mall», también tiene su feria de comidas. Algunos apartamentos venden sándwiches, hamburguesas, tortas, helados, pan andino, base para pizzas y tequeños, entre 1,5 dólares la bandeja de 20 unidades pequeñas y 3,5 dólares una docena rellenos con chocolate.
Las residencias hasta tienen su centro de copiado. Un apartamento saca copias en 40.000 bolívares e imprime en 60.000 bolívares.
Por este grupo de Canaima’s Mall, Mirelvis Fuentes, administradora por cuenta propia, ofrece pescado fresco y ceviche. Lo prepara con su esposo, chef sin ejercer, y con pescado fresco que compran en Naiguatá cuando los pescadores tienen combustible. Pide cuatro dólares por 350 gramos de ceviche y ofrece una porción de un dólar.
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