La economía venezolana suma casi una década desde que comenzó su derrumbe, mucho antes de las sanciones internacionales. El modelo implementado por el chavismo, que se advertía insostenible, colapsó en 2013 luego de un lustro con la renta petrolera en declive. Las medidas de la Casa Blanca en la era Trump han tenido impactos, aunque la evaluación de los efectos sea un debate aún en desarrollo.
La Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno de Estados Unidos, GAO por sus siglas en inglés, determinó que las sanciones impuestas desde Washington en los últimos cuatro años al madurismo “probablemente” agravaron la ya acentuada crisis económica en Venezuela y dificultan la operatividad de las asociaciones humanitarias en el país. Se trata de un informe emitido por una instancia del Congreso norteamericano que apunta como recomendación a la administración de Joe Biden hacer más «para eliminar los obstáculos» en materia de acción humanitaria.
Resalta la investigación de la GAO de EEUU que las medidas coercitivas, particularmente las dirigidas a Pdvsa en 2019, «probablemente contribuyeron a la caída más pronunciada de la economía venezolana, principalmente al limitar los ingresos de la producción de petróleo». Sin embargo, advierten que la caída de los precios del petróleo y la mala gestión de la empresa nacional también afectaron el desempeño de la economía.
Antes de las sanciones
La economía venezolana sufre consecuencias por los manejos que ha tenido desde hace al menos una década. La producción de crudo viene bajando desde 2008, paradójicamente el año en el que el barril venezolano tuvo el precio más alto en la historia. Fue también cuando, en su momento de mayor bonanza, Hugo Chávez endeudó más al país. Con ello, logró operar mucho más dinero para financiar su revolución bolivariana, aumentar el gasto público e inundar el país con importaciones.
Hay que tomar en cuenta que la nación es monoexportadora, una característica acentuada en tiempos de chavismo. En 1998 la renta petrolera significaba el 69% del total de las exportaciones de Venezuela. Para 2008 el porcentaje aumentó a 90% y en 2013 superó 96%, mientras desde Miraflores se prometía que se pretendía avanzar hacia una economía diversificada.
La inviabilidad del modelo ya se advertía hace más de una década, cuando las distorsiones prendían alarmas. Pero en el gobierno nadie estaba dispuesto a escuchar. El Banco Central de Venezuela admitía el informe Venezuela en Cifras de febrero de 2015 que «entre 1999 y el 2013, la Demanda Global creció 118%; mientras que el Producto Interno Bruto creció menos de la mitad, con un 57%».
Ese consumo privado solo era sostenible con un aumento de las importaciones, y por tanto más endeudamiento. Un método nocivo pero que al gobierno le funcionaba. Después de todo, estaba claro que la popularidad de la revolución bolivariana bailaba al son del chinchín de las máquinas registradoras, como lo demuestra una evaluación de Econométrica que registraba además cómo el PIB per cápita del sector comercio aumentaba 40% mientras el de manufactura decrecía 10 a 15 por ciento anual.
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