A través de su cuenta Twitter, Linda Loaiza se solidarizó con Morella y exigió justicia. Los paralelismos en ambos casos saltan a la vista, a pesar de la distancia en el tiempo que los separa. Diputadas de la Asamblea Nacional exigieron que Mathías Salazar, a quien llamaron “el monstruo Salazar”, no reciba beneficios procesales y que caiga sobre él todo el peso de la ley.
Cuando Linda Loaiza López fue raptada por Luis Carrera Almoina, el monstruo de Los Palos Grandes, el 27 de marzo de 2001, Morella, la víctima de Mathias Salazar, tenía siete años, tres meses y cuatro días de cautiverio, pero aún faltaban muchos años para que el país lo supiera.
El 19 de julio de 2001, el captor de Linda salió del apartamento y por primera vez en los casi cuatro meses de su rapto, no la ató pero la dejó encerrada. Linda comenzó pedir auxilio a los vecinos y finalmente una patrulla de la policía y un equipo de bomberos acudieron a su rescate.
Morella no pudo hacer lo mismo. Cuando intentó evadirse en dos ocasiones durante los más de 30 años de encierro, Mathías Salazar la golpeó salvajemente. Hasta el pasado 24 de enero cuando el hombre dejó, quizá por descuido quizá intencionalmente, las llaves del apartamento a la vista y se fue. Morella huyó en dirección a las oficinas del Instituto Nacional de la Mujer (Inamujer) en Maracay, estado Aragua.
Linda estaba tan malherida que estuvo recluida por cinco meses seguidos en el Hospital Universitario, sometida a tratamientos, cirugías reconstructivas y atención psiquiátrica. Así consta en el Informe de Fondo del caso Linda Loaiza emitido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en julio de 2016.
Linda estuvo incomunicada de su familia por una orden de la fiscal 33 de Caracas, que asumió el caso. En todos esos meses, Linda solo pudo ver a sus padres y hermana una vez durante cinco minutos. Su abogado no pudo entrevistarse con ella sino hasta el 7 de noviembre de 2001, pues tampoco a él le permitía la fiscal entrar.
De acuerdo con el relato de Oscar Hernández sobrino de Morella, a Crónica.Uno, la mujer fue aislada de su familia durante todo el cautiverio. Aunque la reportaron como desaparecida de inmediato en 1988, las autoridades nunca iniciaron una búsqueda formal y persistente.
En todos sus años de encierro, Morella tenía una radio y un televisor de señal local. Eran su conexión con el mundo. En una ocasión escuchó un programa sobre violencia contra la mujer y memorizó el nombre de una institución: Inamujer. El día que escapó, luego de caminar medio desorientada durante dos horas por una ciudad que no veía desde los 18 años, llegó al lugar. Las primeras funcionarias de Inamujer que la atendieron (y cuyos nombres se omiten a solicitud de ellas) no le creyeron. Incluso cuando su familia fue a buscarla, hicieron comentarios cínicos como que ella había pagado a esas personas para que se hicieran pasar por su familia.
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