Eso pese a la peor gestión que recuerde Latinoamérica. El caso de Nicolás Madurocomo gobernante sólo guarda algún parecido con el paso de la familia Duvalier por Haití, aunque no las proporciones.
Bajo Maduro el principal exportador de petróleo del continente americano se ha hundido en la miseria. La economía es un tercio de lo que era en 2012, más de cinco millones de venezolanos han emigrado, el 60% de la población cayó en pobreza extrema (hambre) y casi el 90% está por debajo de la línea de pobreza general. Venezuela es el único miembro de la OPEP donde se ha desatado una hiperinflación, algo que los economistas nunca creyeron posible. El salario mínimo es hoy menos de 6 dólares diarios.
Ciertamente Maduro heredó junto con el poder una súper bomba de tiempo en términos macroeconómicos. El régimen chavista incurrió durante 2011 y 2012 en déficits fiscales de 18 puntos del PIB y en un endeudamiento externo masivo para crear la sensación de bonanza consumista que le asegurara la reelección a un hombre que se sabía no podría culminar su mandato presidencial. En su megalomanía Chávez se quería ir invicto al otro mundo.
Todo el petro-Estado venezolano se movió en la campaña electoral de 2012 contra el candidato de la unidad opositora Henrique Capriles. Fue el mayor ejercicio de populismo jamás realizado en la región del mundo caracterizada precisamente por su populismo.
Ya entonces la cotización de 100 dólares del barril de petróleo venezolano en el mercado mundial no alcanzaba para cubrir los subsidios masivos de alimentos, gasolina y servicios públicos, así como la entrega sin compensación ni esfuerzo personal de apartamentos, autos, artículos de línea blanca, dólares baratos, etc.
De hecho, según los datos que por esos días se podían consultar en las páginas web del Banco Central (BCV) y del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) todos los indicadores económicos y sociales se empezaron a deteriorar rápidamente desde octubre de 2012, mes de la reelección de Chávez.
En febrero de 2013 Maduro autorizó como presidente encargado su primera devaluación del bolívar. Evidentemente se le venía una crisis colosal. De pasó los precios mundiales del petróleo se desplomaron entre 2015 y 2017. Pero nada de eso puede explicar el nivel de destrucción que ha padecido Venezuela bajó su poder.
Y sin embargo, pese a todo lo anterior, Maduro lleva la mitad del tiempo que su antecesor en el despacho presidencial del Palacio de Miraflores. Por mucho menos de lo que ha ocurrido en este espacio de tiempo cualquier otro gobierno venezolano, no digamos ya de América Latina, hace rato hubiera caído.
No obstante, Maduro sigue allí. ¿Cómo se explica eso?
La respuesta probablemente sea la más sencilla: a Maduro se le ha subestimado. Se le subestimó de la misma manera que se subestimó a Chávez en 1998 con el argumento de que era un “militar bruto” que no duraría mucho en la Presidencia. Un error clásico en la política que se repite una y otra vez.
De Maduro en 2013 se hizo un juicio similar según el cual era un autobusero sin mayores luces que no duraría mucho en el poder; caería cuando se demostrara con alguna partida de nacimiento que había nacido en Cúcuta.
Con este tipo de afirmaciones se pretendía pasar por alto (por simple ignorancia o necedad) la magnitud de las fuerzas que estaban detrás del régimen chavista.
Pero además, en estos años Maduro ha puesto de manifiesto una serie de características personales que no se le conocían:
Determinación.
Insensibilidad.
Crueldad.
Lea esta nota completa en ALnavío
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.