La ceremonia de beatificación se llevará a cabo el viernes 30 de abril, en el estadio universitario de Caracas.
Por décadas, su imagen estuvo fuera de los templos. Pero hoy, ya no hay impedimento para rezarle a José Gregorio Hernández frente a los altares. Un camino que tomó 71 años, hasta que en junio de 2020, el Papa Francisco autorizó darle el título de “Beato”, cumpliendo así el tercer paso para una eventual canonización. La ceremonia de beatificación se llevará a cabo el viernes 30 de abril, en el estadio universitario de Caracas.
Adriana Núñez Rabascall l Voz de América
“Eso es una emoción muy grande. Espero que Dios me dé bastante salud para seguir pidiéndole a José Gregorio», dijo Raquel Suárez a la Voz de América, mientras hacía fila para entrar a la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria, en la capital venezolana donde está la tumba del llamado “médico de los pobres”. Aunque, por la pandemia de coronavirus, las visitas al cofre donde reposan sus restos están restringidas, eso no impide que los devotos lleguen al lugar para pagar promesas o pedir favores.
«Nos encomendamos a José Gregorio el día anterior a la operación de mi mamá. Para que estuviera tranquila. Se hizo las quimioterapias y venció el cáncer. Por eso venimos hoy», cuenta Zulay Hidalgo mientras abraza a su madre y aguarda que le permitan el ingreso al templo.
La vida del beato reconocida por el Vaticano como «virtuosa y ejemplar» llevó a que José Gregorio Hernández fuera popular y venerado antes y después de morir, atropellado en la esquina de Amadores, en Caracas.
«Ya son 100 años de la muerte y no se ha extinguido sino que, al revés, ha ido aumentando el fervor de la gente por José Gregorio. Este es un caso único. Es el hombre más popular”, explica el sacerdote jesuita Francisco Javier Duplá, autor del libro “Se llamaba José Gregorio”.
El beato es considerado por sus biógrafos como un adelantado a su era. En tres oportunidades intentó ordenarse sacerdote, pero tanto la comunidad universitaria como religiosa le pidieron mantenerse en las aulas impartiendo sus conocimientos de medicina, y era tal la admiración, en el mundo científico, que un boticario conservó 700 recetas médicas escritas por el venerable.
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