Un venezolano de todos los tiempos, cuya vida se basó en el respeto y el buen trato por los demás, convirtiéndose en una imagen de unidad nacional, de moralidad y de reconciliación. Imagen y semejanza de un verdadero hijo de Dios
Nada está tan presente en la memoria venezolana como la imagen de José Gregorio Hernández, por eso, es el santo de la venezolanidad arraigado en cada una de las expresiones culturales de nuestra geografía. José Gregorio es un símbolo de unificación, en él residen unos conjuntos de creencias, que no son más que una convicción intrínseca de un ser humano, es una expresión de imaginario que lo conlleva a tener fe en alguien, en un momento dado, o por siempre.
Además es el camino a la esperanza, Benedicto XVI dijo: “Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza”. Encíclica Spe Salvi. La palabra santo proviene de latín Sanctus, son elecciones de Dios, de hombres o mujeres con un hábito religioso elevado a una divinidad.
José Gregorio es venerable, y antes que la jerarquía eclesiástica lo elevara a la santidad, el pueblo venezolano en su declaración de fe así lo hacía. En muchas ciudades del país existen capillas, nichos, grutas; en donde se resguarda su imagen para venerarlo; al igual sucede en pueblos, campos, caseríos y qué podemos decir de las carreteras, esa presencia impoluta de un “santo amigo a quien sus feligreses se acercan para pedirle ayuda en vez de perdón”.
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