Ser paciente renal en el Zulia en medio de la pandemia por COVID-19 “es un baile con la muerte”. Así lo describe Lino López, quien tiene a su cargo dos pacientes con esa patología: su esposa, María Esis, y su hermano, William López. Desde que comenzó la cuarentena por COVID-19 solo ha podido echar gasolina en dos oportunidades, la última fue el 15 de junio. La combinación de estas dos circunstancias acerca más a la muerte a los pacientes renales.
Por Crónica Uno
–Caminamos tres veces por semana para llevarlos a la diálisis. Al principio tenía un amigo que me ayudaba con María, y William se iba a pie. Pero ahora me toca acompañar a mi esposa, porque me da miedo que le vaya a dar algo cuando salga, como le pasó a mi hermano”, relató.
El viernes pasado William convulsionó 10 minutos antes de que terminaran sus tres horas de tratamiento en el centro de diálisis Nefrozulia. Cuando logró levantarse de la máquina, las piernas se le desvanecieron por una crisis hipertensiva. Inmediatamente le prestaron una silla de ruedas para poder llevarlo al hospital “casi corriendo, y aún está delicado de salud”, contó Lino.
El deterioro de ambos pacientes mantiene preocupado a Lino: “Esto es desesperante. Y sufrimos maltrato de los cuerpos de seguridad en las estaciones de servicio. Te piden 30 dólares para los primeros 100 carros de la cola, aparte de lo que vas a echar de gasolina. Pasamos hasta ocho días esperando la gandola. Pero si pedimos colaboración nos dicen: ‘Haga la cola a ver si le da tiempo. No es mi problema que usted tenga esa enfermedad”.
El 13 de abril la Alcaldía de Maracaibo activó la Ruta Unidad de Diálisis de Bus Maracaibo para la movilización exclusiva y gratuita de los pacientes renales y para el personal que atiende en las siete unidades de diálisis extrahospitalarias y las tres unidades intrahospitalarias que funcionan en el municipio. Son dos unidades de transporte que cumplen el horario de 7:00 a. m. a 4:00 p. m.
Aidalis Guanipa, paciente del Centro de Diálisis de Occidente, depende de este transporte, debido a que vive en una zona foránea. Aunque reconoce que es una solución a su traslado por la cuarentena, debe hacer más sacrificios para llegar al otro lado de la ciudad, donde escasamente le dan una hora y media de tratamiento.
Tengo que estar siempre preparada. Conseguir efectivo es lo más difícil. A veces solo espero un milagro de Dios”, indicó.
Guanipa contó que casi siempre camina tres veces a la semana dos kilómetros para llegar a la parada del bus dispuesto por la alcaldía para los pacientes. Cuando el autobús se daña, debe buscar efectivo para no perder el tratamiento.
Me ha tocado vender en 300.000 bolívares un kilo de la comida que me dan en Mercal una vez al mes para ir en transporte público a la clínica. A veces no consigo nada y pierdo el día de tratamiento”, añadió.
La Comisión de Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) denunció que no hay un plan efectivo que se encargue del transporte de los pacientes renales de Maracaibo.
“Los buses dispuestos por la Alcaldía de Maracaibo circulan de forma esporádica. Tampoco tienen garantías de surtir el tanque de combustible de sus vehículos, solo tienen asegurados horas de espera, calor inclemente y ofensas de los funcionarios de seguridad”, señaló la ONG.
Otro mensaje en Twitter señala: “El abordaje de la emergencia por COVID-19 debe hacerse de forma integral, dando un mayor cuidado a las personas más vulnerables desde el punto de vista económico y médico”.
No hay un plan
Desde el comienzo de la cuarentena, decretada el 16 de marzo por el régimen de Nicolás Maduro para evitar la propagación de COVID-19, la falta de combustible ha sido un impedimento para que los pacientes renales puedan cumplir su tratamiento.
Desde la Gobernación del estado Zulia se prohibió abastecer de combustible a los particulares y solo se hace para el personal esencial del sector salud, alimentación, transporte y telecomunicaciones. Sin embargo, los pacientes denunciaron que han solicitado ante la Zona Operativa de Defensa Integral (Zodi) Occidente un permiso especial para ser tomados en cuenta como sector priorizado en el despacho de combustible, pero uno de los afectados dijo que la respuesta fue: “Estamos esperando instrucciones, no podemos hacer nada”.
Un paciente del Hospital Universitario de Maracaibo, que omitió su nombre, manifestó: “Nos tienen peloteados. Yo me les he arrodillado a los guardias para que me echen gasolina porque ya estoy cansada de caminar, y lo que hacen es reírse de mí. No tienen compasión con uno. Ya estoy resignada a que en cualquier momento me muero”.
José Tello, paciente renal de la Unidad de Nefrología del Hospital Universitario de Maracaibo, dijo que en abril aproximadamente 30 % de las personas que asistían a diálisis dejaron de hacerlo debido a la restricción de movilidad y suministro de combustible.
Al menos cinco veces han protestado los pacientes renales en Maracaibo para exigir despacho de gasolina desde que comenzó la pandemia. La última fue el pasado 1° de septiembre cuando un grupo de por lo menos 15 personas cerró la avenida principal del municipio San Francisco para exigir atención, debido a que las enfermeras decidieron no trabajar por los bajos sueldos. Pidieron hablar con el gobernador o el alcalde; en cambio, llegó la policía y los obligó a retirarse del lugar.
Este lunes en rueda de prensa el gobernador del Zulia, Omar Prieto, dijo que su despacho tomará el control de las unidades de diálisis que están inoperativas: “Vamos a ocupar las unidades de diálisis privadas que no funcionan”.
Refirió que la ocupación de estas unidades es con el fin de ponerlas en funcionamiento y darles respuesta a los pacientes renales que se han visto afectados durante toda la cuarentena.
Se conoció que las unidades del Hospital Militar Doctor Francisco Valbuena y del Hospital General del Sur se encuentran cerradas porque carecen de máquinas operativas para el tratamiento.
Tratamiento fallo
Un paciente renal debe recibir al menos cuatro horas de diálisis tres veces a la semana para mantener los líquidos y las toxinas de la sangre controladas. En Maracaibo esa posibilidad no existe.
Aidalis cuenta que a duras penas recibe una hora y media de diálisis: “A veces pienso: Tanto sacrificio ¿para qué? Si salgo peor de lo que entro. Me da fatiga, mareo, vómito, porque las toxinas no salen y se revuelven”.
El Centro de Diálisis de Occidente es uno de los más afectados. Su universo es de 35 máquinas, pero hasta la semana pasada solo funcionaban cinco para 91 pacientes.
Aidalis confesó: “Quisiera tener un contacto con Maduro para pedirle máquinas nuevas, porque ellos tienen que entender que nosotros dependemos de esos aparatos. Sé que no hay nada imposible, pero duele mucho vivir así”.
Para ella ser paciente renal en medio de una pandemia sin gasolina, sin transporte y muchas veces sin comida es “una mala combinación que los acerca más a la muerte”.
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.