Si el barco intenta hundirse, en Fe y Alegría indagan la manera para seguir con la educación y adaptarse a las situaciones de emergencia. Ante la pandemia sobreviven gracias a donativos de padres y empresas, que les permite improvisar lavamanos, adquirir equipos de bioseguridad y reparar algunos problemas de infraestructura.
María B. Jordán | La Prensa de Lara
A través del programa de regreso a clases seguras y el plan de sostenibilidad, los padres están siendo involucrados en la importancia que significa que cada uno coloque un granito de arena para que las instituciones Fe y Alegría no decaigan.
Arreglar un baño, pintar la fachada, reparar un grifo e incluso algún techo, son trabajos mínimos, pero que requieren de inversión. «Por eso los padres deben entender que mientras el Estado no cumple sus responsabilidades nosotros debemos hacer algo», dijo Noelbis Aguilar, directora nacional de Fe y Alegría.
Por medio de asambleas, el aporte por la mensualidad en Fe y Alegría pasó de $1.5 a $4, monto que fue fijado a través de una estructura de costos «y quienes no tengan para cancelarlo, lo pueden hacer con colaboraciones», dijo Juan Rincones, director de la institución Variquisimeto, ubicada en el barrio El Bolívar, al oeste de Barquisimeto.
El profesor explicó que con esos aportes y los que otorgan empresas privadas y organizaciones internacionales pudieron comprar equipos de bioseguridad para cada personal y además de improvisar lavamanos en la entrada de la institución.
En el caso de la escuela Fe y Alegría San Francisco, ubicada en el sector San Francisco, al oeste de la ciudad, a través de donaciones busca acomodar el techo de tres salones en la segunda planta, dijo Eleaneth Escalona, directora.
En Lara, hay 18 centros educativos Fe y Alegría que siguen trabajando por la educación y atienden a unos 13.686 estudiantes.
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