Algo muy profundo tiene el «Gloria al bravo pueblo», himno venezolano, para que sus gentes se emocionen cada vez que lo entonan. Mucho más en días como este sábado, cuando estrofas como «abajo cadenas» y «el pobre en su choza libertad pidió» resonaron de este a oeste del país y en rincones de medio planeta, donde habitan los ochos millones de criollos huidos del chavismo.
El Mundo, Daniel Lozano
Este 22 de octubre ya marca un nuevo hito histórico de la resistencia y de la lucha por la libertad gracias a la consecución de las primarias de la oposición, que superaron todas las expectativas. Unas elecciones autogestionadas que triunfaron contra viento y marea, contra los abusos del régimen y contra el fuego amigo de quienes ya juegan a colaborar con la revolución bolivariana. En definitiva, la gente hizo suyo el proceso para gritar por el cambio.
El entusiasmo popular transformó las dificultades en gesta ciudadana, que ha llegado hasta al final gracias al empeño de la Comisión Nacional de Primaria (CNP), con su presidente, Jesús María Casal, a la cabeza, y por la persistencia de Washington, que lo impuso como condición sine qua non para la firma de los Acuerdos de Barbados entre gobierno y oposición.
Si Nicolás Maduro quería licencias para vender a mejor precio su petróleo estaba obligado a permitir un proceso que se ha convertido en un quebradero de cabeza para el chavismo, ante las críticas directas de los candidatos y el fervor popular creciente hacia la conservadora María Corina Machado. Investigadores sociales y agencias extranjeras se han visto sorprendidos por el entusiasmo que ha despertado en los barrios más populares, donde se compara a la líder de Vente Venezuela, siempre de blanco impoluto, con el comandante Hugo Chávez que ganó sus primeras elecciones en 1998.
En esos mismos barrios populares de Caracas, el interior de un país destruido por el chavismo, en las ciudades repartidas por todo el mundo que ya acogen a ocho millones de emigrantes, la gran diáspora del planeta. Hasta en Barinas, la cuna de la revolución que ya no quiere más revolución. «He votado por el cambio para acabar con esta dictadura y poder ver a nuestras familias de vuelta. Para tener la Venezuela que tanto queremos», aseguró a EL MUNDO Erasmo Castillo, con tres hijos fuera del país.
Por todos lados salió la gente a votar por el cambio. «Lo que he podido ver en todo el país es extraordinario, es inédito. Las expectativas se quedaron bien cortas. Siento que esto es un milagro», reconoció Machado, la única candidata con opciones a ganar. De hecho, en el primer recuento realizado en la australiana Sidney arrasó en votos frente a su rivales (183 contra 1), en especial el socialdemócrata Carlos Prosperi, que amagó durante días con retirarse ante la paliza que le venía encima.
Por todos lados acudieron a votar los venezolanos pese a las trabas, pese a la no participación del Consejo Nacional Electoral (CNE) bajo control de Maduro, sabedores de que el 85% del país quiere cambio. Y no solo ante una revolución bolivariana, también ante los partidos tradicionales aplastados por la realidad. El desafío fue enorme, simbolizado en las largas colas.
«Los demócratas de Venezuela estamos felices hoy, la gente está saliendo en todo el territorio nacional», destacó el periodista Roland Carreño, excarcelado esta semana gracias a los Acuerdos de Barbados tras tres años sin juicio en las mazmorras del chavismo. Su partido, Voluntad Popular, liderado por Leopoldo López, retiró a su candidato para apoyar a Machado.
«Hoy está surgiendo una nueva legitimidad de origen. El país cambió y muchos actores políticos no lo vieron venir. Este evento va a tener consecuencias políticas muy superiores a las que nos imaginábamos hace apenas unas horas», confesó el politólogo Piero Trepiccione, cercano al centro de pensamiento de los jesuitas.
Por supuesto que el chavismo lo intentó hasta el último momento, está en su esencia. Paramilitares lanzaron bombas lacrimógenas contra colegios electorales y robaron material a tiro limpio, consejos comunales amenazaron a los más necesitados con quitarles las bolsas subvencionadas de comida, policías amedrentaron a quienes esperaban en las colas y ordenaron retirar el material electoral… Incluso el sacerdote sirio de la parroquia ortodoxa de San Jorge, en el barrio caraqueño de Montalbán, dio marcha atrás en el último momento y dejó sin el local donde se iban a instalar las urnas.
La respuesta de la gente mide hasta qué punto estas primarias se convirtieron en un nuevo acto de resistencia: los vecinos montaron el centro electoral en la plaza más cercano con mesas y sillas que bajaron desde sus hogares.