Torturas, asesinatos, detenciones arbitrarias, acusaciones falsas y mucha impunidad. La nueva oleada represiva del chavismo insiste contra los defensores de derechos humanos y añade a dirigentes de Bandera Roja, organización marxista en la oposición, que ha liderado diferentes protestas. Pero, además, suma un caso inédito hasta ahora: la detención y muerte de un agente del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc), la policía judicial venezolana.
La autopsia conocida de Juan Pantoja, quien cayó en manos de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), confirma que el detective murió por “asfixia mecánica por sumersión”. Este cuerpo militar ha convertido su sede central de Caracas en uno de los principales centros de tortura del continente.
El mismo agente avisó a sus compañeros de las torturas que estaba sufriendo tras su detención. “Fue sumergido en una pipa (depósito) de 200 litros que había en el lugar”, confirmó Tamara Suju, activista de derechos humanos. A Pantoja le acusaban de ayudar a la fuga de Reyes Hernández, propietario de una hacienda y perseguido por el chavismo, que pudo huir del país.
Edema cerebral severo, edema y congestión pulmonar, hemotórax masivo y otras lesiones asoman en la autopsia del detective, un nuevo caso de torturas en la Venezuela chavista. La Corte Penal Internacional ya investiga a Nicolás Maduro y a sus generales por ejecuciones extrasumariales, torturas, violaciones sexuales, desapariciones forzadas y detenciones arbitrarias.
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