Con su rostro de niño bueno, su paso por la política fue la de un funcionario semiclandestino, pero Haiman El Troudi supo aprovechar muy bien su momento. Ahora se esfuerza por construirse una reputación paralela en las redes sociales, cambiando su franela de presunto corrupto por la de un simpático defensor del medio ambiente.
Por Elizabeth Fuentes / lagranaldea
Tan poeta es Haiman El Troudi que, como dice el chiste sobre los malos poetas, viven en la Luna, pero bajan religiosamente quince y último a cobrar lo suyo. Aunque en su caso específico eso de tener un salario en bolívares le entusiasmó tan poco que su paso por la administración pública fue del tipo fugaz, probablemente porque semejante carga burocrática no le permitía fumar en paz sus habanos Cohiba Edición Limitada, 250 dólares cada uno, que solía disfrutar con sus amigos en un exclusivo restaurante de Las Mercedes, mientras los obreros del Metro de Caracas tragaban un tipo de humo bien distinto al del entonces ministro de Transporte Terrestre y Obras Públicas, al cual tantas veces contrató a los chicos de Odebrecht para que no hicieran casi nada.
También le aburrió ser electo diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a finales de 2015. Tan poquito le atrajo compartir el Hemiciclo con la mayoría opositora que arrasó en esa contienda, que apenas acudió a las sesiones en 2016 (39% fue su récord de asistencia según Transparencia Venezuela), aunque aprovechó muy bien el 60% de tiempo restante viajando con toda su familia en Clase Ejecutiva a Paris para trasladarse luego hasta la Isla de Guadalupe, donde la banca -nueve empresas para un sitio tan pequeño- ofrece cualquier cantidad de posibilidades off shore a quien pueda interesar.
Con su rostro de niño bueno, su paso por la política fue la de un funcionario semiclandestino, al extremo de que ni siquiera el escándalo planetario de Odebrecht logró despeinar al muchacho de Barinitas, señalado de ser presuntamente uno de los funcionarios beneficiados en el esquema mafioso de los brasileños. Porque, de acuerdo a la documentación que envió la fiscal general de la Confederación suiza, Francesca Ghilardi, a la Fiscalía de Venezuela, “millones de francos suizos que salieron de Cresswell Overseas Ltd. -una de las probadas fachadas de Odebrecht- fueron transferidos hasta la cuenta bancaria de Alfa International, S.A., dinero que terminó en las cuentas de Elita del Valle Zacarías Díaz y María Eugenia Baptista Zacarías en Suiza y en el extranjero”. Suma que, a la larga, alcanzó los 145 millones de dólares “pagados” para echar a andar -es un decir-, la Línea 5 del Metro de Caracas, el Metro Guarenas-Guatire, la Línea 2 del Metro de Los Teques y el Cabletren de Petare, todos durante su administración y todas obras sin culminar. Y aunque el escándalo se amplificó años más tarde, cuando el asunto involucró 48 millones de dólares que le congelaron en Suiza a su esposa, María Eugenia Batista, y a su suegra Elita del Valle Zacarías, y se demostró que poseían tres inmobiliarias en Francia y un edificio en París, cotizado en 16 millones de euros, la investigación de la fiscalía venezolana culminó en nada porque un juez, Luis Argenis Marcano Sarabia -a cargo del Juzgado Undécimo de Primera Instancia de Control de Caracas- actuando a motu propio eximió de toda responsabilidad a la esposa y la suegra en 2018, y Haiman El Trudi pudo continuar con su vida como si nada. O casi.
Porque el ex ministro se ha ocupado de utilizar su bien pagado dolce far niente para tratar de lavarse la cara con una de las banderas más simpáticas posible: La defensa del medio ambiente. Y para ello ha puesto en práctica esa forma contemporánea de comprar indulgencia plenaria como lo es la de construirse una reputación paralela en las redes sociales cambiando su franela de presunto corrupto por la de un simpático defensor del medio ambiente. Porque de eso está lleno su Twitter @HaimanVZLA, a cuyos seguidores bombardea a diario con imágenes de santos y altares (en estos días su tema favorito es José Gregorio Hernández); así como de animales en peligro de extinción; la ruta de las aves migratorias y una que otra foto de paisajes venezolanos, del tipo catálogo de feria turística, donde Boconó en bien bonito, en Lara hay un desierto milenario y lo importante que ha sido el regreso de una piedra gigante a La Gran Sabana. Pero ni por asomo se da por enterado que Lara y Trujillo son castigados constantemente porque no hay luz, ni agua, ni gasolina, ni empleo, y mucho menos va a publicar que en el Hospital de Barquisimeto, en plena pandemia, no hay agua. Así como ignora que la minería, a manos de mafias amparadas por el Gobierno, está destruyendo La Gran Sabana. Lo suyo son los indígenas bailando rituales.
Por supuesto esta estrategia la duplica en el blog que lleva su nombre, https://haimaneltroudi.com/, el viejo truco para lavarlo y donde no solo se dedica a salvar al planeta de la contaminación y publica fotos bien bonitas de corales, tiburones, delfines y mares, sino que incluye un pequeñito espacio donde se atreve a hablar bien de sí mismo y recomendar sus libros, entre ellos “Ser capitalista es un mal negocio” -porque obviamente, ser ministro del PSUV resulta mucho más rentable- y el único poemario que lleva su firma, “Golfo de Sepias”.
Lástima que al Community Manager se le pasó la publicación de uno de sus poemas donde el ex ministro parece finalmente reconciliarse con su verdadero yo:
“Huraño y despiadado conmigo mismo
militante y solitario culpable
Mi condena instintiva busca pretextos”.
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